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Actualizado: 12 de mayo de 2025
No fue posible arrancarla una sola palabra; y cuando el religioso que la acompañaba señaló la cruz verde cubierta por el velo sombrío, ella volvió su rostro alargando el brazo derecho con un gesto de abominación. Entonces espantoso bramido, semejante a la explosión de una mina, estalló a la vez en todo el Zocodover. Oíanse vociferaciones brutales e inmundas.
Hasta en los sitios donde las murallas lo han dominado, al parecer, no cesa su trabajo de reforma: ataca á la piedra, roe lentamente sus cimientos, mina los asientos, y, en un momento dado, hunde la muralla y queda libre errando por los campos.
Estaba tan feo, que Fuentes dijo a Pinedo y a Jiménez Arbós señalándole: Ahí tienen ustedes al diablo recibiendo a sus brujas en el aquelarre de los sábados. Se le invitó a jugar al tresillo como siempre; pero rehusó. Había visto a dos banqueros a quienes quería pescar para su negocio de la mina de Riosa. Además le convenía hacer la corte a Jiménez Arbós algunos momentos.
La condesa de Peñarrubia se lo había pedido dos veces, una seis mil pesetas y otra diez mil para un negocio seguro según decía. De todos modos Elena no volvió a ver su dinero. Últimamente al regresar de Alemania Marcela vino a proponerle que comprase acciones de una mina de plata que su amigo común el vizconde de las Llanas poseía en Albacete.
Luego pensó que un hombre de negocios no debe asombrarse nunca, y acabó por reír, con una carcajada ruidosa que dejó visible otra vez toda la riqueza de su dentadura. ¡Original!... ¡Verdaderamente original! Mina se consideró la mujer más feliz de la tierra. El escándalo de unas amigas y los comentarios burlones de las otras fueron para ella un motivo de orgullo.
Por tomar muchos juntos, se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quién era, y vio que decía: Historia del famoso caballero Tirante el Blanco. ¡Válame Dios! -dijo el cura, dando una gran voz-. ¡Que aquí esté Tirante el Blanco! Dádmele acá, compadre; que hago cuenta que he hallado en él un tesoro de contento y una mina de pasatiempos.
Paula veía en su casa la miseria todos los días; o faltaba pan para cenar o para comer; el padre gastaba en la taberna y en el juego lo que ganaba en la mina. La niña fue aprendiendo lo que valía el dinero, por la gran pena con que los suyos lo lloraban ausente.
La fama de este centro de enseñanza, establecido en un bosque de varias leguas, con lagos, montañas y palacios, había llegado confusamente hasta sus oídos. Le bastaba con saber que vivían en él varias hijas y sobrinas de antiguos presidentes. Y allá, envió á Mina, poco antes de su muerte.
Aunque ella decía que había quedado suspendida poco antes de llegar al suelo de uno de los postes y que esto amortiguó considerablemente la violencia, sin embargo costaba trabajo creerlo. Por otra parte, cuando la sacaron de la mina se negó á dar pormenores de su accidente.
Ojeda creyó adivinar en la faz triste de Mina un sinnúmero de miserias inconfesables. Se imaginaba la vuelta del teatro de estos dos seres que ya no podía entenderse: ella resignada, con mudos gestos de desesperación; él embrutecido por la amargura del fracaso.
Palabra del Dia
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