Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de junio de 2025


Giraba la llave bajo su mano, abríase la puerta de su camarote, cuando le vio avanzar con pasos quedos, que el tapiz del corredor hacía aún menos ruidosos. Mina se detuvo, llevándose una mano al pecho, conmovida de pavor y de sorpresa. Pero esta impresión duró poco. Se acordaba de que minutos antes había dado por perdido el amor de Fernando. ¡No hablarle más!... ¡Ver sus ojos fijos en otra!...

Estos cuartos los ocupaban mujeres de vida airada, que eran como la crema de aquel mundo de vicio, cuyo centro era la famosa calle del Temple, y que extendía sus brazos a las adyacentes, teniendo como encerrado entre ellos el corazón de la ciudad. El café debía ser una mina de plata.

Allá por el mes de agosto, un indígena, a quien él curaba de un terrible dolor en los huesos, fue compelido en Huancavelica a trabajar en la mina que llaman La Hedionda. El Caballero Trágico quiso ponerse en su lugar y, disfrazado de salvaje, pasaba todos los días más de cinco horas en las entrañas de la tierra.

Entre los mozos de caballeriza descollaba, cual hábil palafrenero, el ínclito y triunfador Trajano, negro mina que tenía singularmente a su cuidado los dos hermosos caballos ingleses en que solía pasear la señora.

La briosa vegetación del valle había desaparecido. Los montes, que se cerraban cada vez más, dejando apenas paso a la carretera, estaban vestidos únicamente de helecho. De vez en cuando se tropezaba con el agujero de alguna mina de carbón, abierta sobre el camino.

Y el Barbas acompañó un buen trecho al doctor, mugiendo sus maldiciones y amenazas contra los contratistas que eran sus enemigos más inmediatos y contra los ricos de Bilbao siempre invisibles, divinidades maléficas que hacían sentir la fuerza de su poder en la montaña, sin mostrarse más que por la mediación de administradores y capataces, si explotaban la mina directamente, ó de contratistas si creían más ventajoso para ellos ajustar el arranque del mineral.

Suponian era efectiva la mina, construida por el corregidor desde su casa al cuartel: formaron autos, cuyos testigos fueron los mismos asesinos y algunos muchachos, á quienes de propia autoridad dispensaba las edades el Justicia Mayor, D. Jacinto Rodriguez, haciéndoles firmar declaraciones, que con anticipacion tenia hechas por direccion de los abogados Caro y Megia.

No los miró, pero la mirada de Maud fue a ella: una mirada agresiva, de cólera mortal, que pareció clavarse en su espalda. Fernando recordó que así miraba la otra; así eran los ojos de Teri cuando en sus viajes le inspiraba celos una compañera de hotel. Los ojos de Mrs. Power, cuando dejaron de ver a Mina, volviéronse hacia Fernando con una avidez de posesión.

Por primera vez miró Mina con atención al célebre artista de la tragedia silenciosa. Estaba segura de haberle visto en films de los que sólo guardaba un vago recuerdo; pero ahora «El rey de las praderas» ofrecía para ella el encanto de una novedad. Le siguió con palpitaciones de verdadero interés mientras se batía, solo y á puñetazos, con un grupo de bandidos.

Esto, realizado en la época misma del pago del empréstito de cien millones de pesetas que el Gobierno había hecho hacía diez años a una casa extranjera, le empujaría a pensar en la venta de la mina de Riosa. Si por otra parte se ayudaba a la empresa sacrificando algunos millones, subvencionando periódicos y personajes, podía darse por seguro el éxito.

Palabra del Dia

metropolitanos

Otros Mirando