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Actualizado: 31 de mayo de 2025


El ministro fugitivo de Constantinopla hallábase alojado en el cuarto piso del hotel, en una habitación de doce francos diarios, harto opulenta para quien sólo contaba en el mundo con tres millones de deuda al 15 por 100, y sobrado mezquina para lo que juzgaba indispensable a su decoro el excelentísimo señor don Jacobo Téllez-Ponce Melgarejo, marqués consorte de Sabadell.

No había que dudar de que el señor Viváis-mil-años era buen cristiano, puesto que, para que el duende de la gran casa vecina no se pasase a la mezquina casa suya, había puesto en el lomo de la tapia de su corralejo, que daba a la huerta de la casa enduendada, un calvario de madera, lo cual no hubiera hecho si hubiera sido judío o moro, y había pintado una cruz en cada una de las dos ventanas que al corral daban, y desde las cuales se veía la huerta.

Pero ño Juanito protestaba de la cifra, juzgándola mezquina. Piensa que la difunta te está aguardando hace muchos meses. ¡A saber lo que llevará penado en el Purgatorio por no haber recibido tu dinero á tiempo! Tal vez le faltaban unas misas nada más para irse á la gloria, y se las has retardado.... Creo, «cuyano», que deberías rajarte hasta cincuenta pesos.

Leí las novelas de Fernán Caballero, que tenían mucha fama; no me gustaron nada, pero me convencí de que me debían gustar. Las he vuelto a leer después, y me han parecido una cosa bonita, pero mezquina. Me dan la impresión de un cuarto bien adornado, pero tan estrecho, que dentro de él no se pueden estirar las piernas sin tropezar en algo.

Una idea grande no puede caber en un espíritu estrecho, ni un sentimiento generoso arraigar en un alma mezquina. Por esto, la credulidad no puede suplir a la intelectualidad.

Sus lágrimas fueron jugo del alma, esencia del dolor, La calma de su hogar era ya como cristal roto y, junto a esta dicha perdida, hasta el amor de Paz le pareció una felicidad mezquina. Las Hijas de la Salve eran unas monjas que a fuerza de pedir limosnas y aceptar herencias consiguieron edificar un buen convento en las cercanías de Madrid, fuera de la puerta de Fuencarral.

No, Alteza.... ¿Libres, entonces, y expedito el paso? No, Alteza, pero yo.... ¡Nada más digáis, Don Martín! Triste espectáculo en verdad el de tan noble y respetable caballero abogando por causa tan mezquina.

Los celos de San José, de Cristóbal de Monroy; El Caín de Cataluña, de Rojas, y otras comedias religiosas análogas, fueron, á la verdad, prohibidas, por poner en ridículo, como se decía, á las cosas de la religión, siguiendo la misma suerte que había cabido también á los autos del día del Corpus; y, sin embargo, siempre fueron acogidas con igual entusiasmo las obras de la misma clase, que habían podido encontrar alguna gracia á los ojos de esa censura moral, estrecha y mezquina.

Cuando representan pésimamente una comedia, cuando cantan rabiando una ópera, cuando es la decoración mezquina, ¿por qué no levanta su voz? Con gente del teatro nunca se las haya usted. Cervantes lo dijo. Nunca les falta algún campeón que defenderá su pleito, campeón formidable.

Yo hubiera despertado al sentirme herida. Yo le hubiera perdonado. ¿Qué digo... le hubiera perdonado? Yo le hubiera pedido perdón y hubiera sido dichosa muriendo en sus brazos. ¡Cuánto me ama! Este amor que vale. En este amor que debiera yo haber cifrado siempre mi orgullo. ¿Por qué le he descuidado, hasta perderle tal vez, desvanecida yo, loca, atolondrada por una vanidad mezquina?

Palabra del Dia

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