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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Estaba yo apenado y triste. No me creía yo extraño en aquella casa, ni me sentía degradado al recibir de las pobres ancianas cuanto me era necesario; no; porque el afecto filial con que las veía, y el cariño maternal con que siempre me trataron, alejaban de mi ánimo toda idea mezquina y todo pensamiento humillante. Durante varios días estuve abatido.
Colocada entre dos casas á la malicia, aparecía allí con proporciones gigantescas, sin que por eso tuviera más que dos pisos altos, de los cuales el superior gozaba la singular preeminencia de ser habitado por nuestro héroe. La fachada era mezquina, fea.
Ellos llamarán al dogmatismo del sentido vulgar, sabiduría; gravedad, a la mezquina aridez del corazón; criterio sano, a la adaptación perfecta a lo mediocre; y despreocupación viril, al mal gusto.
Sí... ¡Cuánto se alegrará cuando le cuente! ¿Por qué no le da ese gusto a la pobre? ¿No quiere ir a vernos? Con mucho gusto murmuró Nébel. Sí, vaya pronto; ya sabe lo que hemos sido para... En fin, Boedo, 1483; departamento 14... Nuestra posición es tan mezquina... ¡Oh! protestó él, levantándose para irse. Prometió ir muy pronto.
Al cabo columbráron una lucecilla, que era la tierra, y que pareció muy mezquina cosa á gentes que venian de Júpiter. No obstante, rezelando arrepentirse otra vez, se determináron á desembarcar en ella.
Eso, eso sería lo mejor. No, porque como él no lo sabe, y como han pasado horas y ya estará andando quizá para unirse a usted, y no podremos avisarle, y el tren se detiene brevísimos momentos en esas estaciones... no me parece acertado. Además, que tendrían ustedes acaso que quedarse los dos en una estación mezquina, esperando otro tren.... Ese recurso no es aceptable.
El día de la Virgen fue con Tónica y su amiga a la primera misa en la capilla de los Desamparados. Dentro del templo sonaba la música; la multitud, oprimida en la mezquina rotonda, esparcíase por la plaza hasta la fuente, adornada con un ridículo templete que parecía de confitería.
Yo preferí emplearlo en otra cosa». Al decir esto Isidora se puso muy encarnada. Su lengua estaba torpe. «Se turba usted... No me turbo, no» dijo ella subiéndose de un salto a la cúspide de su orgullo y contemplando desde allí la cólera mezquina de Botín.
Mirando atentamente estas obras se conoce que lo que allí hizo el pincel de Velázquez fue dar valor y realce con enmiendas, correcciones y toques aislados a la mezquina y pesada labor de artistas inhábiles.
Yo sería incapaz de tomar una venganza mezquina; mezquina por lo que a mí respecta, que, en lo que te atañe, tú no la considerarlas mezquina. También creo que siempre que está en tu mano te tomas la venganza. Yo no. En eso nos diferenciamos los nobles de los que no lo son. Pero no tienes razón en calificar de acción indigna el impedir ese matrimonio. Lo he pensado bien.
Palabra del Dia
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