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Actualizado: 15 de junio de 2025


¿No me da usted nada más? le pregunto. Y ella se me queda mirando, extrañada, sonriendo por mi exigencia estupenda, y exclama: ¿Qué más quiere usted? Es verdad; me olvido de que estoy en la Meseta y soy un hombre del litoral; yo no debo, en Torrijos, querer comer más cosas. La digestión no resultará pesada; pero hay que ir al casino a tomar un confortable digestivo.

Media hora después, todos llegaron a la meseta de «El Encinar». Jerónimo de San Quirino se había retirado hacia la granja, y desde media noche ocupaba la meseta. ¿Quién vive? gritaron los centinelas al aproximarse la escolta del trineo. Somos nosotros, los de la aldea de Charmes, respondió Marcos Divès con voz tonante.

Y mientras el viento cesaba por completo y en el aire aún abrasado Yaguaí arrastraba por la meseta su diminuta mancha blanca, las palmeras, recortándose inmóviles sobre el río cuajado en rubí, infundían en el paisaje una sensación de lujoso y sombrío oasis. Los días se sucedían iguales.

Buenos días, Catalina contestó grave y solemnemente el jefe del puerto de Grosmann . ¿Viene usted del Donon? ... Aquello va mal, amigo Jerónimo. Los kaiserlicks atacaban la granja cuando abandonamos la meseta. No se veían mas que uniformes blancos por todas partes, y ya comenzaban a franquear las defensas. Entonces ¿cree usted que Hullin se verá obligado a abandonar el camino?

Luego, Divès, volviéndose hacia la tropa de reserva, compuesta de cincuenta rudos montañeses, y señalando la meseta con el sable, les dijo: ¿Veis aquello, muchachos? Nuestro tiene que ser. Los de Dagsburgo no podrán decir que tienen más valor que los del Sarre. ¡Adelante! Y la tropa, enardecida, se puso en marcha, flanqueando el barranco. Hullin, muy pálido, gritó: ¡A la bayoneta!

No tardaron los fugitivos en dejar atrás la fábrica de aserrar del marqués; después torcieron a la derecha, para llegar a la casa de «El Encinar», cuya elevada chimenea se descubría sobre la meseta, a tres cuartos de legua. Marcos Divès y su gente llegaron gritando: ¡Alto! ¡Pararse un poco! ¡Mirad allá abajo!

En 1536 Gonzalo Jiménez de Quesada emprendió la subyugación de los chibchas, y al mismo tiempo partieron de diferentes puntos otras dos expediciones con el mismo fin: la de Fréderman y la de Benalcázar, teniente éste de Pizarro. Estas tres expediciones se encontraron en la meseta, y sólo por la diplomacia de Jiménez de Quesada se logró evitar una contienda.

Detrás del Palacio, como un telón de fondo, se elevaba la montaña francesa de la Tête du chien, brillando en su redonda cumbre las vidrieras del cuartel de los cazadores alpinos. La meseta de Mónaco era simplemente el último peldaño de la gran escalera que los Alpes dejan caer hacia el mar.

Al aparecer yo en la cocina, cesó el recio clamoreo de la empeñada conversación que me había parecido disputa desde el pasadizo inmediato, y todas las personas del grupo se encararon conmigo de repente. Descubríme yo entonces y avancé algunos pasos hacia la meseta del fogón. ¡Hola, hola! exclamó mi tío al verme . Ya vienes en busca de la gracia de Dios, ¿eh?

Cuando una masa insular ó continental, cuya altura llega á centenares ó millares de metros, recibe lluvias abundantes, van quedando sus vertientes gradualmente esculpidas en barrancos, cañadas y valles; la uniforme superficie de la meseta se recosta en cimas, aristas y pirámides; se ahueca en círculos, hoyas y precipicios; aparecen poco á poco sistemas de montañas donde existe el terreno liso en extensión enorme.

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