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Actualizado: 4 de junio de 2025


En la capilla de S. Pedro dotó doce memorias por D.ª Leonor de Bocanegra, su prima, y tambien dejó dotacion para que en el Sagrario ardiese un cirio continuamente; y á fin de que en la procesion de las vísperas y fiesta de las Once mil Vírgenes se llevase la cabeza de Sta. Ursula, dejó para distribucion 50 maravedís de moneda blanca.

Apagado el fuego de la pasión amorosa que le había arrastrado a un segundo matrimonio, padeciendo los vejámenes que éste trajo consigo, despertose en su memoria la pura felicidad que había gozado con el primero y el recuerdo de las virtudes de su infeliz esposa; el amor del hijo que le había dejado, creció en su pecho con estas dulces memorias, y la común desgracia que sobre ellos pesaba, contribuyó también a acalorar su cariño.

Después de su muerte volvió á estar en el primer olvido y desprecio hasta que el Doctor Ioan de Torres noble hijo desta gran Ciudad y muy diligente en adquirir memorias de Antigüedad la llevó á su casa donde oy la tiene entre el tesoro de tantos libros y curiosidades, cuantas no será posible dezir, ni facil el verlas por su mucho número

Con el nombre del lungcasan se celebra el cabo de año, en el que no solamente se cena, sino que en la generalidad de los casos también se baila. Después del lungcasan, último recuerdo que consagra el vivo al muerto, no quedan ni fechas, ni memorias, ni conmemoraciones, ni marchitas coronas.

Su primer libro, Memorias de un vigilante , vio la luz bajo el pseudónimo de Fabio Carrizo; le siguieron Viaje al país de los matreros y En el mar austral . En el tercer aniversario de su muerte se reunieron sus cuentos, publicados en la revista Caras y Caretas, bajo el titulo Cuentos de Fray Mocho . Otros no han sido publicados en libro y aparecerán con el título Salero Criollo.

Lo que no dicen las Memorias es si el rostro de la mujer quedó muy desfigurado con las cicatrices de las heridas que le causó su acalorado pretendiente, á quien tan caro costó el prendarse de posadera honesta.

Las memorias de Sully, como las de Villeroy, tan ricas en pormenores de la corte francesa por aquellos tiempos, no hacen una sola vez mención de Antonio Pérez; y si no hay que olvidar que ambos escritores y políticos le quisieron mal, no estaban en el mismo caso Pierre de Lestoile ni Palma Cayet, cronistas minuciosos de las calles y las ocurrencias, ni de Thou, Jean Choisnin, Claude Groulart, que ilustraron las memorias del reinado sin dedicar dos líneas de escritura al español refugiado.

No había alumbrado; pero el reflejo de la nieve que cubría las calles hacía la noche muy clara, aunque el cielo estaba muy oscuro. Salía yo de una de esas casas... Pero antes de que os diga la casa de donde salía, debo deciros quién soy yo. Soy un hombre ni feo ni hermoso, que acabo de cumplir treinta y seis años, y que en la época en que pongo la fecha de mis memorias tenía veinticuatro.

«Mi vida escribía la Déjazet á cierto adorador que la invitaba á publicar sus «Memorias», es mucho más sencilla de lo que creen, y no ofrecería nada de muy interesante, pues ni tengo bastantes vicios para atraer la curiosidad, ni tampoco las virtudes necesarias para aspirar á ser admirada».

Seguramente, ambas habían nacido a un tiempo. En la letra, en la tinta, se notaba que las memorias habían sido interrumpidas otra vez. Y el esfuerzo en no creer la ingrata realidad, aparecía evidente en las nuevas confesiones. La narradora escribía: «Es preciso creer. Es preciso esperar... Las más de las veces no nos conocemos, necesitamos que se nos revele a nosotros mismos lo que somos...»

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