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Los falsos delatores, dicen antiguas memorias que fueron castigados, sin que se especifique el castigo, que tal vez no fuera gran cosa, pues entonces los delitos de delación eran cuestión de poca monta para los inquisidores.

Luego, en el largo monólogo de aquella noche interminable cruzaron por su mente recuerdos de la juventud, memorias de gratitud hacia Susana, punzadas de dolor renovado por la pérdida del hombre a quien había querido, e ideas de miedo y responsabilidad ante la carga que para ella representaba el porvenir de aquellos niños. «¿Sabré corresponder se decía a todo lo que Susana ha hecho conmigo? ¿Podré pagar al hijo lo que debo a la madre? ¿Llegará un momento en que las circunstancias me obliguen a favorecer al mío en perjuicio del suyo?

Sobre tales bases han escrito muchos extranjeros y españoles; pero lo de éstos anda disperso en memorias, discursos y papeles periódicos, y lo de aquéllos no se ha traducido: de donde resulta que no hay en España libro fácilmente asequible que narre la vida y describa las obras de nuestro gran pintor.

Exmo. Señor Delegado directorial. En las memorias de 26 de Noviembre de 1811, de 15 de Febrero de 814, y de 8 de Marzo de 816, no me contraje á exponer la necesidad que habia de formar una guardia y poblacion en los Manantiales de Casco ó Laguna de Palantelen, por hallarse acordada esta determinacion desde el año de 1810, á virtud de informe que hice á la Superioridad desde aquel destino, cuya resolucion se me comunicó oficialmente, y su tenor es como sigue:

Al recuerdo de amores contrariados no había que achatarlo; primero, porque ni su lenguaje, ni su rostro, delataban la tristeza apacible, pero indeleble, que deja en los resignados el dolor; y, además, porque los años todo lo aminoran, y ella contaba tantos, que bien podían haberle ido borrando del pensamiento las memorias tristes, por muchas que tuviese.

En la calle de Harinas existía una posada de las más acreditadas de la ciudad y de la que era dueño un matrimonio que tenía cierto capital, pacíficamente adquirido en el ejercicio de su comercio. La esposa era, según las memorias, mujer muy hermosa, y á lo que parece, debía de estar prendada de su marido, y ser, á más, honesta y muy cumplidora de sus deberes.

Atravesó Versalles, la de los jardines de ensueño, cuna de reyes, de amores y de escándalos.... Salvador no estaba muy enterado de estos lances de historia cortesana; conocía vagamente un poco de todo ello, y apenas si aquellas memorias se asomaron un minuto a la niebla de sus pensamientos.

De don José María Samper, trae un rápido boceto: «ha escrito, dice, 6 u 8 tomos de historia, 3 o 4 de versos, 10 o 12 de novelas, otros tantos de viajes, de discursos, estudios políticos, memorias, polémicas... qué yo!... Naturalmente en esa mole de libros sería inútil buscar el pulimento del artista, la corrección de líneas y de tonos.

Cuando se irguió, le conocí, a pesar de hacer seis meses que no le veía: era el concurrente a las antesalas del Ministerio del Interior, el visitante del mayordomo, don Tomás Regnier, aquel hombre cuya miseria tanto me había llamado la atención en mis horas de guardia, frente a la puerta de la sala de espera y cuya silueta he presentado al comenzar estas Memorias. ¡Hola amigo!, ¿qué hace?

Halló don Quijote ser la casa de don Diego de Miranda ancha como de aldea; las armas, empero, aunque de piedra tosca, encima de la puerta de la calle; la bodega, en el patio; la cueva, en el portal, y muchas tinajas a la redonda, que, por ser del Toboso, le renovaron las memorias de su encantada y transformada Dulcinea; y sospirando, y sin mirar lo que decía, ni delante de quién estaba, dijo: ¡Oh dulces prendas, por mi mal halladas,