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Actualizado: 13 de junio de 2025


No; de ninguna manera; mi entusiasmo por la vida del campo no importa una condenación a la vida en las grandes ciudades. Pero prefieres la primera. ¡Con toda mi alma! Luego no te gusta vivir en Buenos Aires. Que no me gusta... replicó Melchor, subrayando las palabras, tanto como eso... a me gusta Buenos Aires como el mar, al que se parece. ¿Que Buenos Aires se parece al mar? ¡Ya lo creo!

¡Qué!... ¿quieres seguir comiendo?... le dijo Melchor, en broma, alcanzándole su gorra de viaje. ¡Dios me libre! Ché, Ricardo, ¿y , no quieres tomar algo? ¡Dios me libre! repitió éste como un eco de Lorenzo. ¿Conque... Dios los libre?... ¿eh?... vamos progresando.

No digo lo contrario... no, señor; pero vea: esos mozos que están con usted... ¡Son pavadas! de ellos, que quieren que me pase el día escribiendo cartas a cuantos imbéciles me escriben... No es eso... no... don Melchor... ...y que se espantan porque tomo vino en la mesa. Tampoco... don Melchor... ...como si pudiera hacerme mal. ¿Quién va a decir eso?...

Aquí está Baldomero, don Melchor; ¿para qué me necesita? dijo tomándose en alto con ambas manos de los barrotes de la ventana que daba al corredor. ¿Ya tomó café, Baldomero? ¿De desayuno?... todavía no, don Ricardo contestó Baldomero festejando su propia ocurrencia. ¡Qué! ¿Es tan tarde?... ¡No, señor!... luego va a ser más tarde...

Ya vuelve don Melchor dijo Baldomero, divisándolo a la distancia, desde la glorieta del jardín, hasta la que a duras penas se habían trasladado los «doloridos». ¿Dónde?... Allá... ¿ven?... derechito a la punta de aquel potrero... Yo no veo nada. ¡Pero, don Ricardo!... mire de aquí... por entre los dos «ombuses» aquellos... Y eso que se ve, ¿es Melchor?

Siguió un silencio prolongado, durante el cual Melchor sintió cien veces impulsos de sacar del bolsillo el telegrama de Clota, pero se abstuvo temeroso de provocar preguntas que no deseaba satisfacer.

¿Parece que a ustedes no los ha dejado satisfechos la fiesta? dijo de pronto Melchor al terminar la comida. ¿Cómo no?... repuso Ricardo, hemos asistido a un espectáculo muy interesante; yo no hablo mucho porque estoy cansado con el galopón de esta mañana y el trajín de todo el día. ¿Y ?

Estimulado por Baldomero y por Melchor que había vuelto a la caballeriza, el tostado realizó la proeza de salir al trote, moviéndose con la brusquedad y violencia de un tranvía eléctrico salido de sus rieles, en cuya capota o techo fuese montado Lorenzo, que para el caso era igual.

¡Por la futura del patrón!... gritaron en coro todos, cuando llegó Ramona que, tocando suavemente en el hombro a Melchor, le dijo: Se avista a don Ricardo que viene con Juancito y regresó a las piezas de la casa, no sin mirar despreciativamente a la rabia enrojecida que su patrón tenía al lado.

¿Pero cómo? insistió Baldomero, ¿van a comer sin vino? Sin vino y con poca agua repuso Melchor, con la menos posible. ¡Qué! ¿Que el agua les hace mal? Comiendo, , como a cualquiera, Baldomero. ¡Hoy nos vamos a enfermar todos, entonces exclamó Baldomero, riéndose. ¿No sienten?... Está lloviendo... Llueve efectivamente, ¡qué chasco! dijo Ricardo.

Palabra del Dia

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