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Actualizado: 13 de mayo de 2025
¡Hombre!... que si la Pampita me desahuciara rotundamente, ¡y eso que esta vez va como nunca!, yo me conformaría pensando... ¡Con los colores complementarios! le interrumpió Melchor. No, ché, pensando en lo que tú nos decías en el tren, ¿te acuerdas? «el mundo está lleno de Clotas». ¿Quiere que vayamos, don Melchor, a ver esa hacienda que han traído? Bueno, ¿ustedes se animan?
A Margarita Terongí, Doncella, hija de Rafael José Terongí, alias Felós. El Doctor Francisco Pou, Presbítero &c. El P. Fray Antonio Llenzor, Franciscano &c. El Padre Fray Juan Gazá, Franciscano &c. A Beatríz Cortés, mujer de Melchor José Forteza, alias Menjús. El Doctor Antonio Pastor, Rector de Porreras &c. El P. Gabriel Ferragut, de la Compañía de JESUS. El Padre Fr.
Estaba en pie sobre uno de los asientos adheridos al pretil del paredón, con unos enormes anteojos de mar dirigidos hacia la lucecita verde que brillaba con intermitencias allá a lo lejos. Era con mucho la figura más elevada que salía del grupo de espectadores. ¡Don Melchor, usted aquí ya!... Acabo de enviarle un recado a su casa.
¡Cómo te acuerdas!... ¿ eh? pero puedes tocar no más, sin temor de que llore; ¡yo creo que a cada hora que paso aquí me renuevo de pies a cabeza! A mí me pasa lo mismo; tengo ganas de gritar a veces: ¡estoy contento!... ¡Viva Melchor!... así... ché, como un chico dijo Ricardo abrazando efusivamente a su noble amigo.
De nada valían las admoniciones amables de Lorenzo y Ricardo, ni los consejos respetuosos de Baldomero, ni los reclamos angustiosos de la propia madre, ni las hondas protestas de invariable y sincero afecto de su novia; Melchor, el bueno, el digno, el honesto, el fuerte, había caído, quizás para no levantarse más.
Como quiera que ello sea, la linda efigie atrae mucho la atención, y más cuando llega a saberse que entre los documentos existentes en el archivo de la casa del marqués hay un escrito de don Melchor de la Mota, tío del marqués actual y cuarto hijo del abuelo de éste, D. Jacinto, donde se refiere la historia de la imagen y se explica el suceso de la herida que lleva en el pecho.
Había hecho de la sala despacho y oficina, y trabajaba en ella, a la luz de una lámpara con pantalla verde que derramaba un círculo de claridad sobre la mesa. Un hombre acompañaba a Melchor, trabajando con él en la misma mesa.
Siempre que hacía algo en beneficio de ella, el pobre señor se crecía y se hinchaba; que hay muchas especies de orgullo. Iban silenciosamente por la calle, él delante, ella detrás, porque la estrechez de las aceras no les permitía caminar juntos. Cuando llegaron, Melchor estaba en casa.
¡Cómo se conoce, ¿eh? que somos hijos del país!... insistió Melchor socarronamente. ¿Por qué? preguntaron Lorenzo y Ricardo. ¿Por qué? ¡Pues por el afán de quejarnos... «sin motivo»! Eso se explica y constituye una fuerza social, porque revela el deseo de alcanzar un mayor grado de progreso.
¿Galopemos?... dijo Melchor inclinando ligeramente el cuerpo hacia adelante, y los tres caballos aceptaron la invitación...
Palabra del Dia
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