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Actualizado: 13 de mayo de 2025


Tenía don Eugenio un amigo antiguo que todos los días visitaba la tienda, y por profesar a Melchor algún afecto, unía sus exhortaciones de hombre práctico a las del principal. De todos los individuos que formaban la tertulia de Las Tres Rosas, don Manuel Fora era el más considerado, a causa de su fortuna sólida y cuantiosa y de respeto que gozaba en el comercio.

¡Qué?... ¿Los vas a echar, Melchor?... Déjelos, don Melchor dijo Baldomero, que duerman en la caballeriza... ¿qué mal pueden hacer?... ¡Llueve tan feo!... ¡Como han venido, que se vayan! No hagas eso, Melchor. ¡Pero! ¿qué es lo que hay? repitió Ricardo. Dos gringos, ché le contestó Melchor, dos bribones... que quieren pasar aquí la noche. ¿Y...? déjalos...

Un mensajero del telégrafo se le acercó: ¿Cómo se llama usted, señor? Melchor Astul. ¿Tiene alguna tarjeta... o algo? ¡, hombre! ¡, es él! dijeron a dúo Lorenzo y Ricardo. El mensajero los contempló un instante, los miró, más bien, y entregándoselo a Melchor, le dijo: Un telegrama para usted.

Hay orgullos muy singulares. El que Melchor fundaba en su pipa era disculpable, porque la pipa iba pareciéndose al ébano más puro y reluciente, y el artista, después de arrojar sobre ella, distribuyéndolos bien, chorros de espeso humo, la frotaba con el pañuelo, y se miraba después en aquel espejo de azabache... Cuando concluía de fumar, guardaba la pipa en el estuche y se iba a la cama, de donde no salía hasta la una del siguiente día.

En aquellos tiempos, el repertorio de sus ideas se había enriquecido con una, muy firme, que no cesaba de manifestar en todas las ocasiones. «Nada, nada decía ; este D. Amadeo es una persona decente». Cuando el reloj dio las doce, retirose D. José, dejando La Correspondencia sobre la mesa, para que la leyera Melchor, que entraba siempre alrededor de las dos.

Estamos muy entretenidos, conversando. ¡Ah!... ¡don Melchor!... ya tuvo una excusa repuso Baldomero, y agregó: ¡Este don Melchor tiene más aguante que la máquina del tren!... ¡Capaz de oírlos toda la noche!...

A Luis de Cerdeña 5625 mrs. por la mitad de 30 ducados que con él se concertó el carro de las Cortes de la Muerte. A Lorenzo Nuñez por la mitad de 20 ducados que con él se concertó la danza de los monstruos. A Melchor de San Miguel 3400 mrs. por la mitad de 200 reales que con él se concertó la danza de los galanes.

Ahora que me hace acordar: me dijo la señora, don Melchor, que le dijera que la niña Clota los acompañó sin descanso en los días que el señor estaba peor. Pero... ¿qué ha estado mal el viejo? le preguntó Melchor. , señor... al principio no estuvo muy bien, ¿no le decía?... pero ya va mejor.

Si no creyeran le contestó Melchor, no vendrían a traer sus ofrendas y sus preces. Eso... no... replicó Ricardo, como distraídamente. ¿Vamos a ver? ¿A ver qué? A ver qué hacen... cómo se forman... adónde van... No hacen nada; no se forman, porque no vienen regimentados, y van, probablemente, a la basílica, cada uno por su cuenta o en grupos. ¿Van caminando?... ¿Y cómo quieres que vayan?

Tome asiento, don Melchor. ¡Pero cuánto gusto de verlo!... ¿Y solo ha venido? Ya le dije, Ramona: solo; mis compañeros quedaron en la estancia algo doloridos porque ayer anduvieron mucho a caballo. Así es... bueno, cuando no hay la costumbre... ¿Y usted no? ¡Ya ve: me he venido de un galope; mire por la puerta cómo ha sudado el zaino!

Palabra del Dia

commiserit

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