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Actualizado: 15 de junio de 2025


Aquel edificio era un convento por sus dimensiones e invitaba a la melancolía. Yo acababa de llegar solo, casi abandonado a mi suerte. Durante el viaje había hecho el inventario de mi pasado; había recordado la muerte de mi padre, mi orfandad; no tenía más compañeros ni más amigos que dos retratos mudos que llevaba siempre conmigo; el de mi padre y el de mi madre.

Como quien tras una pesadilla recobra el sentido de la realidad, se le fue borrando del pensamiento la melancolía; tornó a cuidar de su persona, vigiló el jardín cuyas flores escogía para su cuarto, y por fin, una noche, después de haber estado tocando un rato el piano, por distraer a su padre, se arrojó en sus brazos, deshecha en lágrimas, diciéndole sólo estas palabras: ¡Perdóname, porque nunca me separaré de ti!

Su tez cobró un tinte macilento. Las antiguas cuartanas reaparecieron. En aquella sazón, un pintor, a quien llamaban el Greco, hízole su retrato. Peregrina pintura, en la cual podía descifrarse el secreto íntimo del hombre, mejor que en su semblante verdadero, como si el artista hubiese untado el pincel en la substancia viviente del rencor, de la melancolía, del orgullo.

No hay ninguna florecilla que pueda rivalizar contigo en gracia y en belleza, cuando balanceas al soplo del aire tu corona blanca y rosada. Toda la pompa de las otras flores, sin exceptuar a la rosa, no puede compararse con tu modesta belleza. Tu tallo enervado es el emblema de la melancolía, y la movilidad de tu cáliz flotante expresa las agitaciones de un corazón joven.

Sujetose las sienes con las manos y estuvo largo rato con los ojos cerrados. Al abrirlos, percibió las mejillas húmedas. Algunas lágrimas se habían deslizado entre sus pestañas. Una melancolía profunda invadió su alma. ¿Por qué? ¿Todas aquellas maravillas no pregonaban la grandeza del Creador?

Entonces, al modo que el general sitiador a quien es adversa la fortuna suspende el ataque y se encierra en su tienda, don Juan comenzó a filosofar, recurso de desgraciados, y le pareció que su pasado era ridículo; su presente, amarguísimo; su porvenir, incierto. El mal humor fue poco a poco convirtiéndosele en tristeza y ésta en melancolía.

El subteniente sonrió con melancolía. Así era. Ven, sube dijo Chichí imperiosamente . Quiero decirte una cosa.

La encuentra sentada a la ventana, con una tela blanca sobre las faldas. Está pálida y fatigada, pero ilumina sus facciones la melancolía apacible que es propia de los convalecientes. Tiende la mano a Juan con una sonrisa. ¿Cómo estás? pregunta él dulcemente. Bien, como ves responde ella mostrando la tela blanca. Ya estoy pensando en el baile. ¿Qué baile? pregunta él con admiración.

Introdúcese poco á poco en el celebro de Gelarda aquella enfermedad, que se llama melancolía, y suele acompañar al afecto histérico.

Silencioso y concentrado en mismo, vagaba al azar; su espíritu se obscureció cada vez más, se sumió en ideas tristes, y la melancolía acabó por rodearlo de tales sombras que el espectáculo de su víctima empezó a asediarlo. Tuvo bastante juicio para comprender que no podía seguir haciendo esa vida.

Palabra del Dia

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