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Actualizado: 15 de junio de 2025
Estaba muy pálida; los ojos parecían más grandes y traicioneros, acechando en sus profundos huecos violados bajo la ceja recta y negra. La nariz parecía de marfil, la boca más acentuada y los dos pliegues que la limitaban más enérgicos. Todo el semblante revelaba melancolía y profundidad de pensamiento, al menos así lo consideró Fortunata sin poder expresar por qué.
No ha llegado la hora de Magdalena, ha dicho la de Ribert a Genoveva. Cuando esa hora suene, discutirá menos... Su convicción se formará sola y ella misma reclamará el derecho de casarse con el que le haya gustado. ¡Oh! señora respondí con cierta melancolía, renuncio a conocer jamás esa hora... Jamás podré acostumbrarme a ese modo de casarse...
Es verdad que me ha chocado la melancolía que hay en sus ojos... D. Jerónimo dio otra enorme chupada al cigarro. Nadie vio el relámpago de ira que pasó por su rostro. Estos cambios, pollo, solamente los opera el amor. ¿Algún novio? Eso... D. Jerónimo conoce bien la historia...
Había desaparecido la dulce melancolía de sus ojos; en ellos brillaba una llama oscura; diríase que había muerto y su cadaver resuscitaba horrorizado de lo que había visto en la eternidad. Si no el crímen, su siniestra sombra se estendía por toda su figura. El mismo Simoun se espantó y sintió compasion por el desgraciado.
Y mi mujer dice: ni yo francesa. ¡Dios me libre! Así finalizó el día segundo. =Dia tercero=. Progresos de mi mujer. Melancolía. Nuevos rótulos. Anuncio de la Union agrícola. Costumbre de las señoras de Paris. Sangre fria de los hombres. Achaques de raza. La soga. Una mujer en la calle de Richelieu. La mujer francesa. Medallas. Prodigio del genio francés. Más rótulos. Baston de Richelieu.
Concluida la cena, la pareja se puso en marcha. Salían conjuntamente del teatro, con los Tenorios, extenuados por la fatiga de la noche, demostrando en el rostro esa melancolía peculiar que demuestra el último comparsa que se retira en la madrugada de la tercera noche de carnaval.
Llegada la noche, el viento gime dolorosamente formando eco, y acaso despertando las tristezas de tu alma... No quieres dormir ni tienes sueño, y recelas que al reclinar la cabeza en la almohada se pueble tu pensamiento de recuerdos amargos y esperanzas frustradas. ¿A quién le faltan en la vida días negros, estériles para el trabajo, en que la soledad trae de la mano a la melancolía?
Y se sumió en su melancolía de hombre no comprendido. A uno de los oficiales que hablaba de las riquezas de París con ojos de codicia, lo reconoció de pronto Desnoyers por el brazal que ostentaba en una manga. Era el que había saqueado el castillo. Como si adivinase sus pensamientos, el comisario se excusó. Es la guerra, señor...
Apoderóse de nosotros una dulce melancolía, y no tardamos en dejar por veredas ocultas y solitarias los caminos deliciosos en que se confunden con el murmullo de las aguas los suspiros del viento entre los árboles.
Mientras fue dichosa, su fisonomía movible y risueña, el alegre brillo de sus ojos hacía que no se pareciese tanto; pero ahora la desgracia y el dolor habían impreso en su mirada una melancolía profunda y en los rasgos de su rostro cierta expresión de fatiga, que eran las dos cosas que caracterizaban principalmente el semblante del conde de Onís.
Palabra del Dia
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