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Actualizado: 24 de junio de 2025
Hace veinte años no he dejado de serlo ... Puedo decir que las únicas penas de mi vida han venido del señor Roussel. Señorita, dijo Mauricio con estupor, no puedo suponer que usted me engañe, ... y sin embargo, lo que me está contando es tan extraño, tan inverosímil ... Hace veinte años que estoy al lado del señor Roussel y es esta la primera vez que oigo hablar de tales disensiones.
Herminia, muy inocentemente, pensaba en Mauricio, porque le había visto al principio muy enfermo y, al marcharse, muy interesante, y después muy sano y mucho más interesante aún. Tenía en el oído el sonido de su voz, y la mirada límpida, franca y ¡tan dulce! que le había dirigido, había penetrado hasta su alma.
Arnoldo Le Poer lanza en la Irlanda de 1327 este terrible insulto al caballero Mauricio de Desmond: «Sois un rimador.» Por lo cual se empuñan las espadas y se traba una riña, que es el prólogo de guerra sangrienta.
Herminia comprendió que la conversación tomaba un giro que podía llegar prontamente á ser peligroso, y dijo, adoptando un aire grave: Dispense usted, señor mío; he respondido á usted acerca de los puntos que le interesaban.... Creo que no tenemos nada más que decirnos. ¡Cómo! ¡Nada que decirnos!, exclamó con vehemencia Mauricio.
«¡La muerte! pensaba yo, mientras Mauricio silbaba entre dientes un canto melancólico. ¡La muerte! Voy a verla llegar... acaso ha llegado a esta hora.... ¡Nunca creí que los míos, los que yo amaba, pudieran morir!».... Me dolía el corazón, y mi pensamiento iba de una cosa a otra sin detenerse en ninguna.
He tenido vivos disgustos ... disgustos de familia ... Mi tutor ha vuelto y.... ¿Y qué?... interrogó Clementina, devorada por una ardiente curiosidad. Y se han producido entre nosotros algunas dificultades.... Las palabras salían penosamente de la boca de Mauricio.
Te acompaño, dijo la señorita Guichard, y se levantó. Es usted muy amable; respondió Herminia con serenidad. Salieron por el parque y echaron á andar delante del castillo. Pero este paseo tan lejos del foso en que se impacientaba Mauricio no entraba en los cálculos de Herminia, que dijo al cabo de un instante: Hace mucho sol por aquí; ¿quiere usted que vayamos á la sombra?
La razón de llevar siempre la contraria Gonzalo Quiroga a don Mauricio Ibáñez, no era otra que el gustazo de ver cómo se inflaba y contraía y trasudaba el banquero en cada contradicción, y cómo meeroodeaaba inútilmente en el camino de su pobre retórica, para urdir una réplica con que confundir al importuno a quien ya temía de lumbre, o para salir siquiera medio airoso del atolladero, delante de los contertulios, que habían dado en tomar aquellas engarras como la más divertida de las comedias.
Como estaba llamado á ser rico, pues el capital de su padre, cuidadosamente administrado, producía treinta mil francos de renta y Mauricio le había asegurado una considerable fortuna por una donación inter vivos, poseía todos los medios necesarios para realizar sus aspiraciones artísticas. Roussel, siempre práctico, no se contentó con que su hijo fuese un simple aficionado.
El día dos, al caer la tarde, llegó Mauricio. Me trajo una carta de tía Pepilla: «Tu madrina sigue bien. Don Crisanto me dijo ayer que ya pasó el peligro; pero que el estado de Carmen no es bueno. Me ofreció venir a verla cada tres días. ¡Bendita sea la Santísima Virgen que nos ha sacado con bien! Los ramilletes salieron lindísimos, y ya estarán en el altar.
Palabra del Dia
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