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Actualizado: 24 de junio de 2025


Una sola frase de la carta leída había hecho este monstruoso milagro: " lo eres todo para ." Esas seis palabras habían valido á Mauricio el odio de la señorita Guichard. Puesto que era tan querido de Fortunato, debía ser, en proporción, odioso á Clementina.

Y poniéndose en pie empezó á quitarse el batín que usaba en el taller. Entró en su cuarto; se vistió con mucho esmero para un pintor que va sencillamente á buscar un apunte, y tomó el camino del bosque. Si Roussel estaba alarmado por la carta de Mauricio y si éste experimentaba hacía dos días una extraña agitación, la señorita Guichard y Herminia tampoco estaban tranquilas.

Como por casualidad había descubierto un banco en el terraplén, no en el sitio en que ella se encontraba cuando Mauricio pasó por el camino, allí estaba demasiado en evidencia, sino al extremo de la tapia y detrás de un vallado.

Empezaba á impacientarse y á dirigir mentalmente acusaciones á Mauricio, cuando, al sonar la hora en la iglesia del pueblo, se oyó un paso ligero que rompía el pesado silencio de la calleja. El que se aproximaba no venía por la plaza, sino por detrás de Herminia, del lado del bosque. La joven pensó: "¿Seré tonta? ¿Cómo podía haber atravesado todo el país?

El viejo que la joven había visto de lejos, sentado en la cerca, era Mauricio.

Pero Fortunato hizo valer oportunamente sus derechos y el hijo del abogado tuvo que contentarse con un vals ... Mauricio sentía una instintiva hostilidad hacia aquel mozo tan insignificante, ya porque le hiciese responsable de la cautelosa oposición de su padre, ó ya porque le desagradasen sus maneras familiares con Herminia, y no pudiendo contenerse, hizo observar á la señorita Guichard la actitud un poco descomedida del heredero Bobart.

He pensado que, después de todo, ese muchacho tenía el derecho de amar á quien quisiera y me he resignado con tu sobrina. Mis informes han sido muy favorables á Herminia, debo confesarlo; he cambiado de modo de pensar y me he arrepentido de mi conducta con Mauricio.

Mauricio vió en un momento la composición de un cuadro y prolongando su sensación artística, examinó á su gracioso modelo, detallando su fino cuerpo, sus hombros redondos, su cabeza orlada de cabellos rubios que un rayo de sol hacía brillar como un nimbo de virgen. El pintor pensó: "Es bonita como un ángel y tímida y adorable en su cortedad.

Pero Mauricio, ¿es posible que mi tía lo haya hecho ver esas cartas que yo ni conocía? ¡Ay! Herminia; es muy cierto; pero no la acuses; ha obrado bajo la influencia de la cólera y no de su corazón. ¿ la disculpas?

Vió que no podría dudar entre su dolor y el de Mauricio. Estimó que no era justo aceptar el sufrimiento de aquella juventud como precio de la quietud de su vejez. No había igualdad entre la vida del uno, en su aurora, y la del otro, en su ocaso.

Palabra del Dia

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