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Actualizado: 10 de junio de 2025


Aunque resuelto á no infringir nunca esta regla, Maugirón no llevaba su cordura hasta imponerse la obligación de almorzar solo, y como todos sus amigos estaban seguros de encontrarle en casa á las doce, rara vez callaba su campanilla y casi todos los días alguna voz de hombre ó de mujer decía alegremente: "Maugirón, un cubierto; vengo á almorzar medianamente contigo."

Durante unas semanas Tragomer vivió como en campaña, ocupándose de esos menesteres, comiendo en el círculo y viendo tan sólo á sus parientes y á algunos amigos íntimos. La comida en que había encontrado á Marenval era la primera de ese género á que asistía. Le había llevado Maugirón y Tragomer no sospechaba las consecuencias que iba á tener aquella fiesta á la que concurría sin propósito alguno.

Los amigos del orador trataron una vez más de imponerle silencio con sus risotadas. ¡Maugirón, nos estás aburriendo! ¡Una cena de multa, Maugirón! ¡Se escurre como un macarrón, este tipo! ¡Qué cursi es eso! ¡Pues no se ocupa de la magistratura!... ¡Oye! Pide una plaza de fiscal... ¡Sois todos unos idiotas! exclamo Maugirón aprovechando un momento de calma. ¡Qué grosero! dijo Marieta de Fontenoy.

El viejo Chambol, amigo inseparable de Marenval, interrogó con una especie de inquietud al joven, cuya gravedad contrastaba tan fuertemente con la alegría de aquella comida. ¡Eh! señor de Tragomer, ¿qué le pasa á usted? ¿Es que ese charlatán de Maugirón le ha impresionado con sus paradojas? ¿Ó es que la declaración de nuestra gentil Lorenza le parece á V. un cataclismo social?

Entonces, queridas amigas, á la mesa, exclamó Maugirón levantando una cortina. Los huevos revueltos con trufas acaban de aparecer; no les hagamos esperar. Ya nos diremos cumplimientos mientras comemos. Pasaron al comedor, en el que se revelaba el lujo bien entendido del hombre que sabe vivir, por los brillantes accesorios de fino cristal, hermosa porcelana y rica argentería.

Para ello le pareció que el indicado era Maugirón, una de esas gacetillas parisienses que se meten en todas partes, que todo lo conocen y que adivinan lo que no saben.

Oíd, debíamos marcharnos y dejarle solo. Marenval, ¿por qué nos invitas á comer con personas que tienen conversaciones serias á los postres? preguntó la linda Lucía Pithiviers. Mira, ahí tienes á Tragomer, dijo Lorenza Margillier á Maugirón, que escuchaba impasible todos esos apóstrofes. Ahí tienes un guapo muchacho que no es fastidioso en la mesa. Solamente ha hablado para decir cosas agradables.

Es muy probable. Alain Chartier fué besado en los labios por una reina y no era más que poeta... ¡Digo! Si hubiera sido músico... , dijo Tragomer; pero las bacantes mataron á Orfeo. Estaban borrachas... Y, además, ¿quién sabe? Acaso Orfeo no quiso tocar lo que ellas le pedían. Maugirón se puso á tararear, con aire malicioso. ¡Ah!

¿Y entonces? preguntó, por fin, Marieta. Entonces, dijo lentamente Tragomer, creo que se ha cometido en este asunto un error judicial y que nuestro amigo Maugirón hablaba hace un momento con mucha razón. Yo he conocido mucho á Lea Peralli, dijo Lorenza Margillier. Era una muchacha muy agradable y que cantaba deliciosamente.

¡Ah! exclamó triunfalmente Maugirón. ¿Lo veis? Tragomer, noble bretón cuya sinceridad está fuera de duda, puesto que no quiere engañarme con mi... amiga que se le ofrece sin ambages, comparte conmigo la opinión que yo he tenido el honor de desarrollar ante esta honrada concurrencia... Habla, Tragomer; debes tener argumentos para estos mogigatos que me chillaban hace un momento y ahora te escuchan con la boca abierta porque tomas esos aires tenebrosos que les hacen esperar revelaciones sensacionales. ¡Anda, amigo mío, rompe los diques de tu elocuencia, convéncelos, aplástalos, á Marenval sobre todo, que ha estado innoble conmigo, interrumpiéndome continuamente, como si estuviese yo elogiando alguna falsificación de su fécula, que es, dicho sea de paso, la más sospechosa porquería que se ha fabricado nunca en los dos hemisferios!

Palabra del Dia

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