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Aquella estaba allí, en casa, en el lecho; la tenía en sus manos, podía matarla, debía matarla. Ya que al otro le había perdonado la vida... por horas, nada más que por horas, ¿por qué no empezaba por ella?

«¡Ay!, qué pocos alientos me da usted... Y para colmo de desdicha, ayer tarde me hizo Eponina un escándalo. Si lo que a me pasa no le pasa a nadie... Me ha puesto unas cuentas... de lo más estrepitoso... Por una hechura ¡dos mil reales!, por avíos de aquella bata, sólo por avíos, ¡mil quinientos!... Es para matarla...».

Sale ELVIRA, huyendo de DON TELLO, y FELICIANA, deteniéndole. Sale por una parte y entra por otra. ELVIRA. ¡Favor, cielo soberano, Pues en la tierra no espero Remedio! Vase. D. TELL. ¡Matarla quiero! FELIC. ¡Detén la furiosa mano! D. TELL. ¡Mira que te he de perder El respeto, Feliciana! FELIC. Merezca, por ser tu hermana, Lo que no por ser mujer.

A este punto sale una MUGER huyendo, y tras ella un SOLDADO NUMANTINO con una daga en la mano para matarla. Eterno padre, Jupiter piadoso, Favorecedme en tan adversa suerte! Aunque mas lleves vuelo presuroso Mi dura mano te ha de dar la muerte. Entrase la MUGER adentro, y dice LIRA

La muerte pareceríame poco. ¡Ah! ¿Matarte ? Eso es diferente. Es una bestialidad; pero yo comprendo. ¡Qué diaño matarme yo...! Matarla a ella.... ¡Dios mío, que eres salvaje...! No hay más, señor. O usté manda, o la mujer manda; y si se desmanda, palo. O usté pega, o ella pega. Recuerde usté lo del pobre Belarmino. ¿Qué es lo que me dices?

Y el viejo, que participaba de las mismas preocupaciones que el mozo, aprobaba con la cabeza. Hacía bien. De ser él joven y fuerte, tendría un compañero más en la partida. Rafael ya no volvió. Huía de que el demonio le pusiera enfrente de María de la Luz. Al verla, podía matarla o podía echarse a llorar como un chiquillo.

Por fin llegó la certidumbre, y él esperando, esperando una ocasión de decírselo a ella... Así, cuando le contaron que Benina quería al galán bunito, y que se lo había llevado a su casa nada menos que en coche, le entró tal desconsuelo, seguido de tan espantosa furia, que el hombre no sabía si matarse o matarla... Lo mejor sería consumar a un tiempo las dos muertes, después de haber despachado para el otro mundo a media humanidad, repartiendo golpes a diestro y siniestro.

Te diré una cosa que ha de pasmarte indicó Fortunata con la expresión grave que tomaba cuando hacía una declaración de extremada y casi increíble sinceridad . Pues el día en que vi por primera vez a Jacinta, me gustó... sin que por gustarme dejara de aborrecerla. Una noche me acosté con el corazón tan requemado de celos, que me sentía capaz... hasta de matarla... mira .

¡Pues si la hubieses visto, como yo, sin corsé! exclamó Isabel. ¡Para matarla, hija!... El vientre le arrastra por el suelo. Y la mitad del pelo que lleva es postizo: me lo ha dicho su peinadora. ¡Vamos, callaros ya! dijo Mercedes con enojo. Que sea guapa ó fea, ni á vosotras ni á nos debe tener con cuidado.

Soledad relató lo sucedido; cómo Velázquez había estado á punto de matarla, los esfuerzos de disimulo que había tenido que hacer para librarse de una puñalada, el miedo terrible que había pasado y, por último, los pormenores de su fuga. Calló el motivo de la reyerta. Paca no se lo preguntó porque de sobra lo conocía. ¿Qué podía ocultarse á aquella inteligencia superior y universal?