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Actualizado: 19 de junio de 2025
Generalmente, cuando nos reunimos él es el primero en llegar. ¡Ah, sí! dijo con animación Juana de Blandieres, tengo muchos deseos de verlo, a ese Huberto Martholl de quien ustedes hablan tanto! ¿Cómo no conoce usted al hermoso Martholl? Estamos aquí desde hace dos días solamente, y hoy es la primera vez que salimos.
Pero ¿qué relación podía existir entre los sentimientos de afección de Juan y el amor de Huberto? No la veía, y, sin embargo, la afección reciente no sofocaba en su corazón el antiguo sentimiento. En fin ¿si Huberto Martholl pedía su mano, diría que sí? Y sus padres ¿qué pensarían de este joven? Era un desocupado, un inútil. He ahí algo que no le gustaría al señor Aubry.
Después iremos a Palermo a tomar el yate que mi primo Martholl Grainville pone a nuestra disposición para dar un paseo por el Adriático. Pero la joven no tuvo tiempo de aprobar este programa. El ruido de un carruaje que penetraba bajo el pórtico del hotel la inquietó. ¿Qué es eso? exclamó levantándose. Casi inmediatamente sonaron las campanillas eléctricas y voces, en el silencio de la casa.
No, Bertrán trabaja por la mañana, y Jaime no llegará de Viena hasta de aquí a unos días. ¡Y yo que recorría la gran avenida todas las mañanas, en busca de ustedes!... dijo Martholl. ¿A qué hora va usted? Un poco tarde; no soy madrugador, a causa del Club. Se queda uno hasta demasiado tarde.
Después, cuando los jugadores hubieron reparado sus fuerzas comiendo sandwiches, muffins, dulces, té y vino de Madera, todo el mundo se levantó. Alicia de Blandieres se aproximó a Diana, que hablaba con Mabel d'Ornay, para decirle a ésta, en tono de confidencia: ¡Oh! querida mía, es exquisito, su Huberto Martholl.
Después, estrechó las manos de la señora Aubry y de María Teresa, y se marchó. A la mañana siguiente, Huberto recibía un mensaje de su madre invitándolo a pasar por su casa sin demora. Algo inquieto, se dirigió a la calle Astorg y encontró a la señora Martholl instalada en su gran escritorio.
Admitamos que Martholl sea una excepción y que se afana por vestirse para deleitar a sus contemporáneos; en cuanto a ustedes, déjenme darles un consejo, mis encantadoras amigas: preocúpense siempre de ser lo más hermosas posible; piensen en el placer que nos causan con un adorno feliz. Platel, debía usted habernos prevenido; esto es una conferencia. Seguramente...
Enterada de los incidentes desagradables ocurridos en la familia Aubry, unió sus esfuerzos a los de la señora de Martholl, para que Huberto no cometiera la falta de entrar en una familia amenazada por la ruina.
Usted es desesperante, señorita, y es acaso por causa de eso por lo que... ¡Cuidado! creo que a sus labios asoma una majadería. ¿Una majadería? Califico así, de una manera un poco general, todo lo que me parece inoportuno, falso... Le juro... ¡Ah, un juramento! ¡Ese es juego conocido, señor Martholl!
No he querido preguntarte nada; esperaba tus confidencias. Tú lees tan bien siempre lo que pasa en mi corazón, que muy pocas cosas tengo que contarte, creo... Esas pocas cosas yo debo saberlas, sin embargo... ¿Huberto Martholl te gusta? Me gusta, madre querida... ¿Y bien? Es que... Veamos, voy a ayudarte, querida mía; ¿sabes si tú le gustas a él?
Palabra del Dia
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