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Actualizado: 19 de junio de 2025


Si algún día tengo necesidad de examinar a fondo la personalidad del señor Martholl, no será seguramente por ese lado por el que miraré... ¡Ah! preveo que esto sucederá dentro de poco tiempo; ¡está muy apurado ese joven! Puede ser que también sea tu opinión, chicuela... ¿Qué debo contestarle? me lo dirás ¿no es cierto? Hubo un silencio.

Alicia tomó cómicamente la mano de la joven, y sacudiéndola con fuerza: ¡Qué hermoso ejemplo de desinterés da usted, Mabel, no atesorando sus flirts y poniéndolos a la disposición de sus amigas! Pero, si Martholl no es mi flirt gimió Mabel, mirando con inquietud hacia Max Platel. Entonces, mejor, si es una tierra libre para conquistar continuó alegremente Alicia.

La aparición de Martholl la distrajo de estas reflexiones. Estaba de muy mal humor porque al ayudar a Alicia de Blandieres a subir a la balsa, desde donde quería tirarse, se había roto una uña. Su preocupación por este incidente le impedía desplegar su amabilidad habitual y su excitación no se había calmado aún, cuando la señora Aubry hizo señas a su hija para que saliera del agua.

En efecto, encuentro muy bien a Huberto Martholl, y ¿no tengo razón? interrogó la joven con una linda sonrisa. Mi querida María Teresa, creo que no debemos ver las cosas del mismo modo.

¡Y bien! ¡pueden ustedes alabarse de haberse hecho desear! dijo aturdidamente Diana, después de la presentación de Huberto Martholl; hace una hora que suspiramos por turno: ¿Vendrán? ¿Les has avisado? ¡Con tal que no se hayan olvidado! Me gustaría ser esperada con tanta ansiedad.

En el mismo instante, la joven, sonriendo, tomó el brazo que le ofrecía Martholl, y entonces Juan se lanzó a las espesas sombras del jardín, para no ver más nada. Los días que siguieron al paseo por Saint Jouin fueron para Juan largos y penosos. Para emplear el tiempo, tomaba su bicicleta y recorría cada día, a toda velocidad, los alrededores de Etretat.

Me es imposible, decentemente, retirar mi palabra... Además, yo amo a María Teresa. La señora Martholl miró fríamente a su hijo y pronunció: Naturalmente... Yo no te aconsejaría tal villanía.

Justamente dijo Alicia, cuya cara sonriente y rosada aparecía entre blondas, justamente esta misma mañana, yo le decía a mamá, que formaba su lista de invitados para nuestro : no olvide al señor Martholl, tengo un interés especial en que venga. Huberto se inclinó. Quedo muy agradecido a usted, por su amable recuerdo, señorita.

¡Oh! no son ellos los únicos que aprovechan hábilmente «la ocasión...» Supongo que usted no se ha fastidiado en el almuerzo. El señor Martholl, ese feliz mortal tan elegante, ¿es tan admirable en su conversación como en su manera de bailar el boston?

Con algún empeño y gusto personal, se puede obtener gran resultado de estos ínfimos elementos. ¿Dices esto para hacernos notar que has sabido realizar ese prodigio? ¡Puede ser! murmuró Martholl sonriendo. Un hombre hábil no debe jamás desperdiciar la ocasión de hacerse valer.

Palabra del Dia

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