United States or Caribbean Netherlands ? Vote for the TOP Country of the Week !


Al pasar junto al sitio donde Juan estaba escondido, Diana decía en son de burla: Te digo que has observado una conducta deplorable, lo cual es de extrañar en ti, que eres tan reservada generalmente. Has bailado tres veces con Huberto Martholl y flirteado con él toda la noche. ¡Vamos, confiesa que te gusta!

No proclame su triunfo; Baugrand no ha venido hoy, pero mañana... ¡Ah, ésta es buena! mañana, es el porvenir, y el porvenir es de Dios, según dice el poeta. María Teresa se sonrió, y reuniéndose al grupo de sus amigos, Martholl y ella llegaron en el instante en que Platel declamaba a la linda Mabel d'Ornay: ¡Qué deliciosa vida llevamos!

, mis exigencias son terribles. ¿Me permite usted decírselas, puesto que parece no querer adivinarlas? Pero la leal sonrisa que resplandecía en el rostro de María Teresa desapareció, y con expresión grave, dijo: ¡Señor Martholl, cuidado! No se apresure a manifestar sentimientos demasiado... vivos.

Esta vez, , me explico tu deseo de verme encadenada; pero ¿qué importa, para tus proyectos, que sea a Martholl o a cualquier otro? Es que Huberto me place. Lo encuentro muy bien. Cuando vayamos juntas al teatro me gustará tenerlo en el fondo del palco; los hombres como él, hacen valer a las mujeres que acompañan.

Quiero que la calma vuelva a nuestros espíritus antes de comenzar una vida nueva. Después de haber obtenido la promesa que exigía, la joven subió alegremente a su cuarto, y escribió en seguida a Martholl. De regreso de Londres, la víspera, Martholl se despertó de muy mal humor.

Duraba su éxtasis ante esta visión encantadora cuando la sombra de Martholl se interpuso entre ellos. Un furor loco se apoderó de Juan contra el que confiscaba, en provecho exclusivo, la blanca y preciosa imagen.

Es cierto... Lo que usted dice es justo y cierto... ¡Ah, María Teresa, María Teresa!... Y trastornado, Juan balbuceaba: ¡Libre, usted es libre! La joven respondió: No, Juan, no, yo no soy libre; si me he desligado, es porque, durante mis frías relaciones con Martholl, conocí que todo mi corazón pertenecía a otro... ¡A otro! ¡Ah! Juan, ¿no adivina usted?

Educada por una madre inteligente y seria, que se había dedicado a desarrollar el corazón y el espíritu de su hija, María Teresa había aprendido que a veces es peligroso juzgar a las personas por su exterior más o menos brillante; por lo cual deseaba, para apreciar la cultura moral e intelectual de Martholl, que se presentasen otras circunstancias distintas del período del flirt de los baños de mar.

Felizmente no los hemos esperado, que si no, perdíamos el primer acto, que es precioso. ¿Por qué tardaron tanto? Hasta el último minuto, mi hermana no sabía si vendría... ¡Todo es bien, si bien termina, Jaime! respondió alegremente Martholl, instalando a María Teresa entre su tía y Diana.

Gravemente, la joven dijo: Yo pienso que de todos los servicios que Juan nos ha hecho, el más meritorio es el de haberme hecho comprender lo que constituye la grandeza del alma. ¡Cuánto habría sufrido yo, siendo la mujer de Martholl, al descubrir poco a poco la naturaleza ligera de ese ser exclusivamente egoísta!