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En vano en los albores de una existencia estéril Abandoné tus playas; no te olvidé por eso, Como al dejar la bella que nos brindó su beso mas placer al alma pensar en él despues. Atravesando mares y recorriendo campos, La pluma manejando con la ñudosa lanza, Vivificado siempre por íntima esperanza Jamás he sacudido tu polvo de mis piés.

Si se tratara, verbigracia, de cortar camisas para los pobres o de enseñar la doctrina a los muchachos, yo me pasaría los días enteros manejando, las tijeras o injiriendo el Padre Astete en las cabezas de estos motilones; pero no se trata de eso ni de cosa parecida: la obra de mi tío no da qué hacer a cada instante ni a cada hora.

De tal suerte imperaba el entusiasmo, que nadie se ocupaba en mirar a la gente de abajo, a pesar de hallarse de bote en bote el coliseo; y como tardase en subir el telón, hubo pateos y aplausos impacientes y furiosos. Al fin dio principio el ansiado acto segundo. Graduaba el autor hábilmente los efectos dramáticos, manejando con destreza los resortes del terror y la piedad.

A pesar de los años que llevaba manejando dinero, nunca le tocaba pagar una cantidad crecida que no le temblasen un poco las manos. Ahora estaba nervioso, atento, mordiendo crispadamente el cigarro y sin escupir. Tenía las fauces resecas. En varias ocasiones llamó la atención al empleado creyendo que pasaba dos billetes en vez de uno; pero se equivocó en todas.

El Capitán vació por completo aquella parte del tronco del árbol, y amontonó la harina sobre grandes hojas. Después puso otra de las rodajas del tronco sobre la que acababa de vaciar y manejando con fuerza la maza, la despojó de toda la harina, repitiendo la maniobra con todos los trozos, y obteniendo en pocas horas muy cerca de ocho quintales de harina, que formaba un montón enorme.

De vez en cuando, vibraba una voz fuerte que decía: ¡Herminia!, y los pajarillos volaban espantados hacia el espeso follaje, la arena rechinaba bajo el peso de un pie varonil y aparecía la señorita Guichard con su labor, se sentaba cerca de su sobrina, bajo la sombra embalsamada, y se ponía á trabajar, manejando las agujas de su malla como si fueran espadas y atravesando la lana á grandes pinchazos, como si se hubiera tratado del pecho del aborrecido Roussel.

Quince días llevaba de existencia, sin desacuerdos ni obstáculos, aquella asociación que Atilio había titulado de «los enemigos de la mujer». ¡Libertad completa! Villa-Sirena era de todos, y su dueño parecía un invitado más. Al levantarse Castro, bien entrada la mañana, veía en un rincón del jardín al príncipe, despechugado y con los brazos desnudos, manejando una azada.

Fallecido él, su hijo Julián continuó su obra sin apartarse un punto, manejando con el suyo el haber de sus dos hermanas casadas, la una con un médico, la otra con un propietario de la Mancha.

¡A , Horn! gritó el Capitán . ¡A , Cornelio, Hans! ¡Salvemos a los hombres que están en las chalupas! Manejando los fusiles como mazas, se arrojaron sobre los salvajes, matando a unos cuantos de ellos y logrando contenerlos por algunos instantes; pero los salvajes volvían a arremeter, animándose con gritos feroces.

Cada vez que veía levantarse una columna acuática á impulsos de un proyectil, repetía el mismo consejo: ¡Tiéndete, Ulises!... ¡Van tirar contra el puente! Era un recuerdo de su lejana juventud de contrabandista, cuando se acostaba en la cubierta de su barca manejando el timón y la vela bajo los tiros de los vigilantes del resguardo.