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Actualizado: 8 de mayo de 2025
También en esa me encontré contestó el marino , y allí me dejaron sin pierna. También entonces nos cogieron desprevenidos, y como estábamos en tiempo de paz, navegábamos muy tranquilos, contando ya las horas que nos faltaban para llegar, cuando de pronto... Le diré a usted cómo fue, señora Doña Francisca, para que vea las mañas de esa gente.
Si por acaso se dejaba decir alguna palabra ofensiva, era contra la Aduana; pero sin individualizar sus acusaciones. Porque Estupiñá, al mismo tiempo que corredor, era contrabandista. Las piezas de Hamburgo de 26 hilos que pasó por el portillo de Gilimón, valiéndose de ingeniosas mañas, no son para contadas.
Si en el orden material las trasformaciones de nuestro país han sido tan grandes y rápidas que apenas se conoce ya lo que fue, en el orden espiritual la raza defiende del tiempo sus acentuados caracteres con la tenacidad que pone siempre en sus defensas, ya lo sean de una ciudad, como en Numancia y Zaragoza, ya de una costumbre, como se muestra en la perpetuidad de los Toros y de otras mañas nacionales.
Triunfó Loyola de él con mucha estima, Y luego le despacha para Lima. D. Francisco le tuvo aprisionado, En él ejecutando puras sañas; A cabo ya de dias se ha librado, Que el tiempo vemos cura mil marañas. A su plaza despues que se ha tornado, A cabo ya de dias tuvo mañas; Como se vuelve á estar, aunque le quita D. Diego cuando vuelve á la visita.
La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir. Era su fidelidad tan grande como su humildad, pues ya le podían reñir y decirle cuantas perrerías quisieran, sin que se incomodase.
Y si vendieras algo para poder hacerme yo un trajecito, bien te lo agradecerían estos pobres huesos... Perdóname si alguna vez he sido un poco duro contigo y con ciertas mañas que sacabas... Me parecía que te salías algo de nuestro régimen tradicional.
A ningún cristiano le gusta pasarse el día en el monte comiendo frío y llegar a casa y no encontrar bocado caliente; ¡pero si esa mala hembra no tuviese otras mañas...! ¿No la ha visto usted? ¿No la ha visto usted todo el día, allá en Naya, bailoteando como una descosida, sin vergüenza? ¿No la ha encontrado usted a la vuelta, bien acompañada? ¡Ah!... ¿Usted cree que se vienen solitas las mozas de su calaña? ¡Ja, ja!
A cabo de tres semanas que estuve con él, vine a tanta flaqueza, que no me podía tener en las piernas de pura hambre. Vime claramente ir a la sepultura, si Dios y mi saber no me remediaran. Para usar de mis mañas no tenía aparejo, por no tener en qué dalle salto.
Digo verdad: si con mi sotileza y buenas mañas no me supiera remediar, muchas veces me finara de hambre; mas con todo su saber y aviso le contaminaba de tal suerte que siempre, o las más veces, me cabía lo más y mejor. Para esto le hacía burlas endiabladas, de las cuales contaré algunas, aunque no todas a mi salvo.
Después, en unas páginas a manera de prólogo, leyó entre otros párrafos, el siguiente: «Los esfuerzos que hagan los padres por convertir a sus hijos, las tentativas de éstos para inculcar la piedad en el corazón de sus mayores, las instigaciones de los amos para despertar la devoción en el inculto natural de sus criados y las piadosas mañas de los sirvientes para someter la mente de los señores al temor de Dios, serán por
Palabra del Dia
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