Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 3 de julio de 2025
Las desconsoladoras descripciones de tifones que frecuentemente leemos, nos patentizan más y más que la María Rosario estuvo en inminente peligro de haber seguido la misma suerte que el Malespina. Dios, sin embargo, no tenía contados nuestros días, y con la calma de los vientos y de los mares se tranquilizaron los espíritus, armonizándose las costumbres y la manera de ser de á bordo.
Por más que hice no pude asistir al acto, y me es, por tanto desconocido lo que en él pasó; pero es fácil presumir que habría todas las ternezas imaginables por una y otra parte. Cuando Malespina salió del cuarto, estaba más pálido que un difunto. Despidiose a toda prisa de mis amos, que le abrazaron con el mayor cariño, y se fue.
¡Oh! exclamó Malespina . El Conde de Aranda, como usted sabe, condenó desde el principio esta funesta guerra con la República. ¡Cuánto hemos hablado de esta cuestión!... porque somos amigos desde la infancia. Cuando yo estuve en Aragón, pasamos siete meses juntos cazando en el Moncayo. Precisamente hice construir para él una escopeta singular...
¡Alto ahí! exclamó Malespina . Esa es grilla, caballerito. ¿Cómo puede ser que con música y baile se curen las heridas? Usted lo ha dicho. Sí; pero eso no ha pasado más que una vez, ni es fácil que vuelva a pasar. ¿Es acaso probable que vuelva a haber una guerra como la del Rosellón, la más sangrienta, la más hábil, la más estratégica que ha visto el mundo desde Epaminondas?
El futuro suegro de mi amita, D. José María Malespina, que no tenía parentesco con el célebre marino del mismo apellido, era coronel de Artillería retirado, y cifraba todo su orgullo en conocer a fondo aquella terrible arma y manejarla como nadie. Tratando de este asunto era como más lucía su imaginación y gran desparpajo para mentir.
De los sanos se salvaron algunos, entre ellos el padre de ese señor oficial de artillería; pero los heridos se ahogaron todos, como es fácil comprender, no pudiendo los infelices ganar a nado la costa». Me quedé absorto al saber la muerte del joven Malespina, y la idea del pesar que aguardaba a mi infeliz e idolatrada amita llenó mi alma, ahogando todo resentimiento.
No habíamos andado tres leguas cuando alcanzamos a ver dos caballeros montados en soberbios alazanes, que viniendo tras nosotros se nos juntaron en poco tiempo. Al punto reconocimos a Malespina y a su padre, aquel señor alto, estirado y muy charlatán, de quien antes hablé. Ambos se asombraron de ver a D. Alonso, y mucho más cuando este les dijo que iba a Cádiz para embarcarse.
Una de estas expediciones salió del Rio Negro en el verano de 1794, á las órdenes del capitan de fragata D. Juan Gutierrez de la Concha, que, despues de haber acompañado al ilustre y desgraciado Malespina, se detuvo en Montevideo para hacer un mas prolijo reconocimiento de los puertos de la costa patagónica: la otra fué encomendada á D. José de la Peña, el piloto el mas experto en la hidrografia de aquel litoral.
Desde que se rescató el Santa Ana no habíamos visto al joven Malespina. Por último, después de buscarle mucho, le encontré acurrucado en uno de los canapés de la cámara. Acerqueme a él y le vi muy demudado; le interrogué y no pudo contestarme. Quiso levantarse y volvió a caer sin aliento. «¡Está usted herido! dije : Llamaré para que le curen.
Al concluir su relación, y después de contar cómo había pasado del Bahama al Santa Ana, mi compañero dio un fuerte suspiro y calló por mucho tiempo. Pero como el camino se hacía largo y pesado, yo intenté trabar de nuevo la conversación, y principié contándole lo que había visto, y, por último, mi traslado a bordo del Rayo con el joven Malespina.
Palabra del Dia
Otros Mirando