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Actualizado: 3 de julio de 2025


Pero la superchería se descubrió pronto y el engaño no duró mucho tiempo, aunque el necesario para que llegase a mis oídos, obligándome a transmitirlo a la familia. Aunque tenía muy mala idea de la veracidad del viejo Malespina, jamás pude creer que se permitiera mentir en asuntos tan serios.

Hace cinco años á la fecha en que escribimos, el 21 de Setiembre de 1867, si mal no recordamos, salió del puerto de Hong-Kong con rumbo á Manila el vapor español Malespina. En el Malespina venía un numeroso pasaje. El vijía del Corregidor esperó en vano un día y otro día tenerlo á la vista. ¡El Malespina no se descubría! Pasaron más días y la intranquilidad creció de punto.

Malespina soltando unas bolas como templos, y mi amo oyéndolas con santa calma, pareciendo unas veces enfadado y otras complacido de escuchar tanto disparate. Si mal no recuerdo, también dijo D. José María que había aconsejado a Napoleón el atrevido hecho del 18 brumario.

Mi amita le había conocido en la iglesia, y el pérfido amor se apoderó de ella, mientras rezaba; pues siempre fue el templo lugar muy a propósito, por su poético y misterioso recinto, para abrir de par en par al amor las puertas del alma. Malespina rondaba la casa, lo cual observé yo varias veces; y tanto se habló en Vejer de estos amores, que el otro lo supo, y se desafiaron.

D. Alonso miró a Malespina, buscando en su semblante una expresión de protesta contra los insultos dirigidos a la noble artillería. Después dijo: «Lo malo será que los navíos carezcan también de buen material; y sería lamentable...» Marcial, que oía la conversación desde la puerta, no pudo contenerse y entró diciendo: «¿Qué ha de faltar? El

Lo incomprensible es que un militar viejo como usted buscase asilo detrás de un armario mientras los franceses insultaban a las señoras. Nada, lo que he dicho siempre repuso Malespina . Es inútil esperar que los profanos hagan nunca justicia a las combinaciones de la ciencia. Todo lo ven bajo el aspecto vulgar, y lanzan al público las acusaciones más irreverentes.

Cuando acudimos a donde estaba mi amita, la encontramos: tan grande era su dolor, que los cariñosos padres no pudieron calmar su espíritu con ingeniosas razones, ni atemperar su cuerpo con los cordiales que traje a toda prisa de la botica. Confieso que, profundamente apenado, yo también, al ver la desgracia de los pobres amantes, se amortiguó en mi pecho el rencorcillo que me inspiraba Malespina.

Después de este combate moral vi a Malespina con gozo porque estaba vivo, y con lástima porque estaba herido; y aún recuerdo con orgullo que hice esfuerzos para demostrarle estos dos sentimientos. ¡Pobre amita mía! ¡Cuán grande había de ser su angustia en aquellos momentos!

Lo cierto es que se perdió la batalla prosiguió Malespina . Este desastre no habría sido de grandes consecuencias, si después la Corte de España no hubiera celebrado con la República francesa el tratado de San Ildefonso, que nos puso a merced del Primer Cónsul, obligándonos a prestarle ayuda en guerras que a él solo y a su grande ambición interesaban. La paz de Amiens no fue más que una tregua.

El Santa Ana había tenido en el combate del 21 noventa y siete muertos y ciento cuarenta heridos: se habían agotado los recursos de la enfermería, y algunos medicamentos indispensables faltaban por completo. La desgracia de Malespina no fue la única después del rescate, y Dios quiso que otra persona para muy querida sufriese igual suerte.

Palabra del Dia

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