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Sacó el dinero, hizo poner una carta muy fina y muy cortés, dando las gracias al sabio doctor por su admirable asistencia, y todo, carta y billetes, ¡oh dulces prendas de su alma!, lo introdujo en un sobre magnífico, de los de la oficina. Paquito fue a llevar este segundo recado.

La bofetada que he dado a «ésos» no asistiendo al coro por no rozarme con ellos me ha puesto de un humor magnífico. Para que conste mejor mi intención, he venido a verte. Quiero que sepan que estoy bien, que lo de la enfermedad no es cierto.

Para contemplar de cerca el conjunto, ningún sitio mas adecuado que el del gran puente sobre el Nékar puente de piedra de cerca de 240 metros de longitud desde cuyo centro se registra un magnífico paisaje.

Ulises le habló rehuyendo su mirada, deseando evitar con el laconismo de su lenguaje todo motivo de emoción. Había vendido el buque á los franceses: un negocio rápido y magnífico... ¡Quién le hubiese dicho al comprar Mare nostrum que algún día le darían por él una cantidad tan enorme!... En ningún país se encontraban barcos á la venta.

El libro es hermoso..., un magnífico libro, Rita; pero ella está muy débil y enferma para una medicina tan amarga, y toma del libro, cada día, lo que tiene más de cauterio y revulsivo para curar los males en almas fuertes y viriles.... Así se pone peor..., así se está matando.... ¿Pero está picada del pecho, señorito? Picada está de locura....

Ofrecía el hermoso caserón un aspecto lamentable; en la huerta abandonada, las lilas mostraban sus ramas rotas, y una de las más grandes de un magnífico tilo, desgajada, llegaba hasta el suelo. Los rosales trepadores, antes tan lozanos, se veían marchitos. Subió Martín por su calle a ver la casa en donde nació.

Una piedra; magnífico asiento para echar un cigarro, esperando a que salga la luna.

Luego descendía al magnífico hall, lleno de perfumes, de susurros de conversaciones y gemidos discretos de violines, para tomar el con sus amistades del hotel, formidables millonarias de los dos hemisferios, que sospechaban vagamente la existencia de una enfermedad llamada pobreza, pero eran incapaces de concebir que pudiese atacar á las personas de su mundo.

Doña Clara, entre tanto, había tomado de sobre la mesa un objeto envuelto por un papel y le desenvolvió lentamente. El joven vió un magnífico rizo de pelo negro, sujeto por un no menos magnífico lazo de brillantes. He aquí lo que me casa con vos dijo doña Clara con la voz firme y lenta, aunque grave.

Fué de semblante áspero, de corazon ardiente, y diligentísimo en ejecutar lo que determinaba, magnífico, liberal, y esto le hizo General, y cabeza de nuestra gente; pues con las dadivas grangeó amigos que le pusieron en este puesto, que fué uno de los mayores, fuera de ser Emperador, ó Rey, que hubo en aquellos tiempos.