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Actualizado: 11 de octubre de 2025
Que de tal modo la fatal estrella, Influye destos tristes, que no puedo Dar felice despacho á tu querella. Del querer de los hados solo un dedo, No me puedo apartar, ya tu lo sabes, Ellos han de acabar, y ha de ser cedo. Primero acabarás que los acabes, Le respondió madama, la que tiene De tantas voluntades puerta y llaves.
¡Católicas, católicas! ¡Ah! comprendo al fin dijo madama Scott riendo; ¡nuestro nombre y nuestra patria os hicieron creer que éramos protestantes! No lo somos, nuestra madre era del Canadá, de origen francés y católica; por eso mi hermana y yo hablamos francés, con acento extranjero y ciertos modismos americanos, pero en fin, decimos, más o menos lo que deseamos decir.
En el teatro, en las exposiciones, en los viajes, las mismas burlas y las mismas sátiras frías a propósito de todo lo que despertaba en su mujer una emoción un poco viva. Madama de Maurescamp tomó, pues, poco a poco la habitud de reconcentrarse en todo aquello que da precio a la vida de todo ser delicado y generoso.
Este distinguido funcionario puso sus condiciones, y aunque excesivas, no asustaron a madama Norton, que sabía se trataba de un hombre de verdadero mérito; mas él, antes de decidirse, pidió permiso para telegrafiar a New-York pidiendo informes, y como la respuesta fuera favorable, aceptó.
Un retrato de mujer vino a colocarse por sí solo bajo su pluma. ¿Qué venía a hacer allí en medio de las victorias de Turena, aquella buena mujercita? ¿Y cuál de las dos era?... ¿Madama Scott o miss Percival? ¿Cómo saberlo?... ¡Se parecían tanto! Y Juan, penosa, trabajosamente, volvía a la historia de las campañas de Turena.
En casa de Scott, ¿quieres venir conmigo? Pero si no estoy invitado. ¡Ni yo tampoco! ¿Cómo, tú tampoco? Voy en busca de uno de mis amigos. ¿Y conoce a los Scott, tu amigo? Apenas; pero lo bastante para presentarnos a los dos. Ven, pues, y verás a madama Scott. ¡Bah! ya la he visto a caballo en el Bosque.
Decídese y continúa hasta tres millones. Ahí se detiene, y se le adjudica la propiedad a M. Gibert. Arrójanse todos sobre él, lo rodean, lo abruman... «¡El nombre, el nombre del comprador!» Es una americana responde Gibert, madama Scott. ¡Madama Scott! exclama Pablo. ¿La conoces tú? pregunta madame de Lavardens. ¡Si la conozco, si la... no, absolutamente!
Se ve facilmente que el drama de Manfredo no ha sido nunca destinado a la representacion teatral: cuando mas podria confiarse a los actores de la Pan-hipocrisiada de M. Lemercier. Este drama ofrece numerosas relaciones con el de Faust que analiza madama de Stael con su talento acostumbrado.
Bueno, ya estamos en casa. Buenas noches, Zuzie, hasta mañana. Madama Scott fue a ver a sus hijos, y a besarlos dormidos. Bettina permaneció largo tiempo de codos en el balcón. Me parece se decía, que voy a tomar cariño a esta aldea. Al día siguiente, por la mañana, a la vuelta del ejercicio, Pablo de Lavardens esperaba a Juan en el patio del cuartel.
»Sobre todo, mi querida Katie, no os fijéis en el dinero. Haced locuras, verdaderas locuras, es todo lo que os pido.» El día en que madama Norton recibía esta carta, corrió la noticia de la quiebra de cierto señor Garneville, gran especulador que no había tenido buen tacto, sintiendo la baja cuando debió sentir la alza.
Palabra del Dia
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