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Actualizado: 14 de mayo de 2025
Los judíos, para saciar su rabia, deciden sacrificarlo, como á Cristo, con iguales martirios, y el último acto nos representa la serie de dolores que sufre el mísero niño; lo azotan, lo coronan de espinas y lo crucifican, sin abandonarlo en sus tormentos la paciencia y la resignación celestial; al fin asciende al cielo su alma, escoltada por ángeles, mientras los judíos celebran orgías y entonan cánticos alegres, formando el conjunto cuadros sorprendentes por la profunda emoción que excitan en nuestra alma, haciéndonos dudar si hemos de admirarlos por sus bellezas poéticas sublimes, ó censurarlos por su singularidad y extravagancia.
Riose muy de gana el señor Roncesvalles, y dixome: aunque soy poeta, no soy tan misero que me aficionen diez y siete maravedis. Advierta vm. señor Cervantes, que esta carta por lo menos es del mesmo Apolo: él la escribió no ha veinte dias en el Parnaso, y me la dió para que á vm. la diese. vm. la lea, que yo sé que le ha de dar gusto.
Yo no soy un hombre: las enfermedades de la miseria y la ferocidad de mis semejantes han quebrantado mi organismo. Apenas si logro sostener mi vida y no puedo darla a otro ser. Tú llevas en la sangre el veneno de una civilización viciada. Un hijo de tus entrañas sería un mísero engendro, con los huesos cariados y las venas llenas de podredumbre.
Todo se derrumbaba de golpe. Otra vez se sentía solo, pobre y desvalido; tornaba a ser un mísero escribiente, el mismo ser vulgar en quien nadie fijaba la mirada. Pero más cruelmente aún que este dolor le mordía el alma otro que pocos conocen; el del artista que duda de sí mismo.
Y si Redondo se incomodaba, tendría que batirse con Mesía». Ana contempló a don Frutos, el mísero tendido sobre la arena, ahogándose en un charco de sangre, como la que ella había visto en la plaza de toros, una sangre casi negra, muy espesa y con espuma... «¡Qué horror!». Tuvo asco de aquella imagen y de las ideas que la habían traído.
De la grandeza. Vele aquí a dónde vienen a parar los títulos». Por un pasillo mal oliente y sucio llegaron a una cocina, donde no se guisaba. Fogón y vasares servían de depósito de botellas vacías, cajas deshechas, sillas rotas y montones de trapos. En el suelo, sobre un jergón mísero, yacía cuan largo era D. Francisco Ponte, en mangas de camisa, inmóvil, la fisonomía descompuesta.
Cerraron la sepultura con una gruesa peña, en tanto que se acababa una losa que, según Ambrosio dijo, pensaba mandar hacer, con un epitafio que había de decir desta manera: Yace aquí de un amador el mísero cuerpo helado, que fue pastor de ganado, perdido por desamor. Murió a manos del rigor de una esquiva hermosa ingrata, con quien su imperio dilata la tiranía de su amor.
Por quien Dios es, que vuesa merced considere que no hemos robado tanto que podemos dar a censo ni fundar ningún mayorazgo; apenas granjeamos el mísero sustento con nuestra industria, que no deja de ser trabajosa, como lo es la de los oficiales y jornaleros.
Mostraba entre las puntillas de la camisa sus pobres pechos de tísica, que apenas si se destacaban con ligera hinchazón sobre el mísero costillaje. Era una criada que había dado a luz una niña; una pobre bestia de trabajo convertida en madre por el capricho momentáneo del señorito. La chaquetilla de señora que le servía de abrigo en el hospital era tal vez la única recompensa de su caída.
Gran parte del día lo pasaba durmiendo, preparándose para la fatigosa vela de la noche, que hacía ahora solo. El señor Fidel había caído enfermo, y para que la Obrería, evitando gastos, no privase al viejo de su mísero sueldo, se abstenía de pedir un nuevo compañero.
Palabra del Dia
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