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Actualizado: 5 de julio de 2025
Algunas, á pesar de sus extraordinarias vestimentas, envidiaban el luto de Julieta. Una de ellas fué más lejos en la manifestación de sus deseos: ¡Qué suerte tener un muerto en la familia! ¡El negro sienta tan bien!... Todas fumaban. Se habían tendido en el suelo, sobre pieles de oso blanco ó redondos almohadones de seda, abullonados y con un botón hondo en el centro, semejantes á calabazas.
Era viuda; iba vestida de luto, con gitanesca exageración, pues hasta por encima del cruce del pañuelo se veía el borde de su camisa de percalina negra. Sin marido que le ganase, ni otra fortuna aparente que tres caballerías de un hijo suyo, era la hembra de más dinero de las Cambroneras, y su casa la mejor.
Mi tío Ramón echó muy luego el luto y se dio al mundo, enteramente al mundo; pero siempre débil a las tentaciones de la carne, sus setenta millones de pesos vinieron a quedar muy luego en las condiciones de un real en la puerta de una escuela.
»Al cabo de algún tiempo, su melancolía pareció aumentarse; sorprendíale con frecuencia triste y de mal humor, a pesar de que cada momento que transcurría nos acercaba al término de nuestros votos. ¡Dos meses más, y el tiempo de mi luto habría pasado! ¿Qué podría impedir nuestra dicha? ¿Qué nube podría obscurecer ese hermoso día?
Pero la vida parece querer darme ahora todo lo que todavía puede tener para mí de alegría y de tranquilidad. »Tú sabes, tío, cómo, en medio de mi dolor, me dejé llevar por un afecto sin cesar creciente por la hermana de mi querida muerta, mi prima Olga. Todo te lo confesé, busqué consuelo cerca de ti cuando me atormentaba, cuando me reprochaba mi infidelidad para aquella cuyo luto aún llevaba.
Aún tenía delante de sí todo aquel año que empezaba entonces, y durante el cual ella y el conde Enrique, habían concertado ya con su hermano mayor, permanecer en el castillo, mientras duraba el riguroso luto y acababa de hacerse el deslinde y las particiones de la muy corta hacienda, en la que todavía muy poco les tocaba.
Un momento después entró ella, encantadora y bella en su traje de luto, con una dulce sonrisa en sus labios y su mano tendida hacia mí, llena de gusto y placer al volverme a ver. Su cara me pareció que expresaba una viva ansiedad, y la palidez de sus mejillas demostraba cuán cruelmente había sido destrozado su corazón por el terror y las penas.
3 Y le cumplieron cuarenta días, porque así cumplían los días de los embalsamados, y lo lloraron los egipcios setenta días. 4 Y pasados los días de su luto, habló José a los de la casa del Faraón, diciendo: Si he hallado ahora gracia en vuestros ojos, os ruego que habléis en oídos del Faraón, diciendo:
Jamás habla con ella, y la obliga á vestir siempre de luto, y á dormir al lado del cadáver embalsamado del Paje; y para avergonzarla más, á comer en el féretro delante de todos los extranjeros, que visitan el castillo, y á beber en el cráneo de su pretendido amante.
Al punto el Mapono se la echa á cuestas y vuela en alto, quedando la mujer llorando su desventura hasta que tiene noticia de su marido. Vuelve el Mapono, después de largo rato, con alegres nuevas, diciéndola que enjugue las lágrimas, deje de llorar y deponga el luto, porque su marido queda gozando de la vida beatífica de los dioses y la espera para que la haga compañía eternamente en el cielo.
Palabra del Dia
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