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Y, estando todos así suspensos, vieron entrar por el jardín adelante dos hombres vestidos de luto, tan luego y tendido que les arrastraba por el suelo; éstos venían tocando dos grandes tambores, asimismo cubiertos de negro. A su lado venía el pífaro, negro y pizmiento como los demás.

El médico decía que algún derrame, algún vaso.... Materialismo puro. Doña Anuncia veía la mano de Dios que castiga sin palo ni piedra. Esto no impidió que durante el viaje manifestase la señorita de Ozores, vestida de riguroso luto, un dolor apenas mitigado por la resignación cristiana.

A la muerte de Felipe, en septiembre de 1675, sufrió una verdadera crisis, puesto que la representación de comedias, en todo el reino, estuvo prohibida durante todo el tiempo del luto. Verdad es que esta prohibición dejó de regir al año siguiente, y que los espectáculos teatrales se celebraron como antes; pero ni los teatros ni el arte dramático recobraron otra vez su antiguo brillo.

Sus hermosos cabellos rubios estaban teñidos de sangre; no obstante, la sonrisa aparecía en sus labios... Es que había muerto sin duda pensando en ella, en ella que, bañada en lágrimas, vestiría largos hábitos de luto al saber su glorioso fin. ¡Afortunado joven!

Era una mañana de otoño; el pueblo comenzaba a desperezarse, las brumas iban subiendo por el monte Izarra y del puerto salía, despacio, una goleta. Llegamos a Aguirreche; estuvimos un momento, y después, mi abuela, la tía Úrsula y mi madre, vestidas con mantos de luto, y yo con la Iñure, nos dirigimos a la iglesia.

«Frecuentaremos la sociedad así que pasen las primeras semanas de luto. Mi tío dice que soy muy joven todavía; pero tampoco puedo quedar sola en el Pavol. Si quisieran obligarme a ello, bien sabéis, señor cura, que no me quedarían más que dos caminos que tomar: tirarme por la ventana o prender fuego al castillo.

Y guardaba también esta vaga memoria: un día, durante el luto, habiendo pedido que la llevaran a casa de las Aliaga, donde con frecuencia pasara el día jugando, su madre la reprendió con una severidad que la dejó consternada. Después entró como interna en un colegio religioso, pasaron los años y rara vez tuvo de ellas alguna noticia.

Pepita ha dejado el luto, y está ahora más galana y vistosa, con trajes ligeros y casi de verano, aunque siempre muy modestos. Tengo la esperanza de que lo más que mi padre me retendrá ya por aquí será todo este mes.

Más bien será una huérfana con su hermano. No, porque él no está de luto. Entonces será su novio. Aquellas suposiciones me hacían gracia. Aquellos señores bajaron en Versalles y Elena y yo nos quedamos solos hasta París. Iba despierta, y como observé que me miraba de reojo a través de su velo, le dirigí algunas palabras animadas con una sonrisa.

Sólo había en él dos mujeres del pueblo arrodilladas y vestidas de luto: esposas ó madres de hombres muertos en la guerra. Al volver á la plazoleta se entretuvo en leer y releer los títulos de todos los papeles expuestos en un kiosco de periódicos.