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Actualizado: 23 de julio de 2025


Procedieron después, por decirlo así, paso á paso, y con muchos rodeos, á tratar de los temas que más profundamente les interesaban y más á pecho tenían. Separados tan largo tiempo por el destino y las circunstancias, necesitaban algo ligero, casual, casi indiferente en que ocuparse, antes de comenzar á dar salida á las ideas y pensamientos que realmente llenaban sus almas.

¡Si me atrevo! repitió, sonriéndose a través de las lágrimas, que llenaban sus ojos. ¿No he confiado en usted en estos cinco años? ¿No ha sido usted, acaso, mi mejor amigo desde la noche en que por primera vez nos conocimos, hasta este momento? ¿Pero siente usted por , queridísima Mabel, suficiente estimación? le pregunté, profundamente conmovido por sus palabras. Quiero decir, ¿me ama?

Las evoluciones de las maniobras militares; el tumulto y fragor de la batalla; los bélicos sonidos de antigua y heroica música oída hacía treinta años, tales eran quizá las escenas y armonías que llenaban su espíritu y se desplegaban en su imaginación.

Le llevó hacia la terraza y cruzaron las anchas avenidas del jardín donde las flores ponían toques de encendido color y donde las madreselvas llenaban el aire con su penetrante perfume. Como el primer día, se apoyó Camila suavemente en su brazo y le hizo admirar de una en una, sus plantas y sus flores.

Los domingos, Milord y Milady bajaban á Baracaldo, vestidos con trajes que encargaban á Londres, para confundirse con las familias de los ingenieros y los mecánicos ingleses empleados en las minas ó en las fundiciones de la ría, que llenaban la única capilla evangélica del país.

Las revelaciones que de este modo se presentaron á sus ojos la llenaban de terror. ¿Y cuáles eran? ¿Pero qué podían ser sino las insidiosas insinuaciones del ángel malo, que habría deseado persuadir á aquella mujer, que estaba luchando y era solo su víctima á medias, que el aspecto exterior de pureza no era más que una mentira, y que si la verdad se conociera, la letra escarlata brillaría en más de un seno, y no únicamente en el de Ester Prynne? ¿Debía ella acaso recibir esas obscuras insinuaciones como si fueran una cosa real y positiva?

Y maldito lo que se les importa. "Esa es cuenta vuestra, mal capitán," me dice uno. "Seis y blanco," gruñe otro. Y ese Simón que Dios confunda acaba por mandarme al demonio. ¡Desde aquí se les oye, manada de tiburones! En efecto, á pesar del rumor del viento y de las olas, llegaba hasta ellos el eco de los juramentos y las carcajadas de los jugadores que llenaban la proa.

Una panoplia antigua completa, otras dos modernas muy brillantes y bordadas; escopetas, pistolas y trabucos de todas épocas y tamaños llenaban las paredes y los rincones. En arcas y armarios guardaba don Víctor con el cariño de un coleccionador los trajes de aficionado que había lucido en mejores tiempos.

Tendieron don Quijote y Sancho la vista por todas partes: vieron el mar, hasta entonces dellos no visto; parecióles espaciosísimo y largo, harto más que las lagunas de Ruidera, que en la Mancha habían visto; vieron las galeras que estaban en la playa, las cuales, abatiendo las tiendas, se descubrieron llenas de flámulas y gallardetes, que tremolaban al viento y besaban y barrían el agua; dentro sonaban clarines, trompetas y chirimías, que cerca y lejos llenaban el aire de suaves y belicosos acentos.

Poco a poco el rumor de mis riquezas pasó las fronteras. «El Fígaro», habló de cortesmente; en todos sus números me llenaban de elogios; el grotesco inmortal que firma «Saint-Genest» me dirigió apóstrofes, pidiendo mi ayuda para salvar a Francia; y fué tanta mi popularidad, que todas las Ilustraciones extranjeras publicaron a un tiempo los detalles más insignificantes de mi vida íntima.

Palabra del Dia

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