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Actualizado: 31 de octubre de 2025
¡Oh! ¡cuánto he sufrido, cuánto! Ayela anegada en llanto dice con voz amorosa. ¡Jamas he llorado tanto! ¡Jamas con igual espanto tu vuelta esperé afanosa! Y de su cuello colgada, besándole enloquecida, por las lágrimas velada la mirada enamorada, por la pasion encendida y en Ataide encarnizada;
Sí en la niebla del recuerdo melancólica perdura desolada la memoria que en un vuelo de amargura reconstruye la sangrienta florescencia de tu duelo, no perturbe de tu llanto la corriente inagotable 10 la salmodia del tributo que se eleva inmensurable de la patria, en la piadosa gracia cándida de un vuelo.
De repente, como si lograse desatar un nudo que le apretaba la garganta, como si quebrase un cordel que la ahogaba, rompió Pepita en lastimeros gemidos, vertió un raudal de llanto, y dio con su cuerpo, tan lindo y delicado, sobre las losas frías del pavimento.
Los lindos frescos de las bóvedas que no habían podido ser arrebatados y a los cuales inundaban de llanto las nubes del cielo, pulsadas por los temporales; el yermo santuario, cuyas puertas habían sido de plata maciza y con bajorrelieves de Berruguete; las pilas secas y cubiertas de polvo... ¡Dios mío! ¿Qué artista no suspira al verlos? ¿Qué cristiano no se estremece? ¿Qué católico no se prosterna y llora?
Como tampoco lo estaba Flora, no pudo tranquilizar su espíritu con esta cita histórica. Quedó, pues, silenciosa y perpleja mientras la atribulada señora se entregaba cada vez más reciamente al llanto. Pero al cabo nació una idea en su frentecita morena, debajo de sus ricitos negros.
Y fué su llanto de lágrimas de oro, de besos de quebranto, y de terror, después que vió a sus vírgenes completamente yertas, después que vió a sus islas completamente muertas, Y sobre todo, muerto para él, todo el amor. Mirad.
Oí entonces un ruido que hizo arder mi sangre, que anegó mi alma en un mar de amargura. El ruido de un beso, de un doble beso, y luego el llanto de Margarita, triste, apenado, como el de quien se separa de seres á quienes ama. Yo me precipité al postigo. No sé á qué. Pero un sueño de sangre había cruzado por mi pensamiento.
Pero ¡ah! cuando al versículo amenazador siguió el de la esperanza ¡con qué fe, con qué fervor escuchó la promesa de la infinita misericordia! ¡cómo, vertiendo copioso llanto, rogó a Dios, invocando su clemencia, que olvidase su justicia, recordando sólo su misericordia y su magnanimidad!
Os basta el amor estéril que profesáis a Dios; preferís el egoísmo de la beatitud a la abnegación del cariño; una hora de meditación os parece cosa más santa que un día de trabajo, y el llanto que arranca un sacudimiento histérico os es más grato que las lágrimas vertidas consolando el dolor ajeno. Eres más impío de lo que imaginé. Y tú más fanático de lo que yo pensaba.
No... replicó ella , ángel no, pero no me acuerdo de haber hecho daño a nadie. He cuidado mucho a mi hermanito Gabriel, que era delicado de salud y no tenía madre.... Al pronunciar esta frase, la ola rebosó, las lágrimas corrieron por fin; Nucha respiró mejor, como si aquellos recuerdos de la infancia templasen sus nervios y el llanto le diese alivio.
Palabra del Dia
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