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Y al oír el piano su imaginación retrotrae escenas pasadas que se actualizan en su espíritu y le hacen reconstruir el cuadro que vio la primera vez. ...Así... será, , señor... yo... en eso no soy muy baquiano, don Lorenzo; pero ¡mire que me gusta oír el piano! Fíjate, Melchor, cómo perdura en Baldomero una impresión musical, cuando por lo común son fugaces.

He roto con todo y he venido a refugiarme en Heidelberg, para escrutar aquí mi espíritu y juzgar en la soledad y el silencio la metamorfosis que en se ha efectuado durante estos seis meses. ¿Se habrán agotado mis lágrimas a fuerza de llorar y se habrá cerrado mi herida por no tener ya sangre que verter? ¿Sería posible que yo llegase a curar? ¡Oh! ¡Mísera humanidad! ¿Tan flacos somos que nada, ni siquiera el dolor, perdura en nosotros?

Hoy, ésta y la casa contigua forman una sola; pero aún se ven claras las trazas de la antigua vivienda y aún perdura íntegro el cuarto donde se despidió del mundo el autor de los Sueños... La casa era pequeña, de dos pisos, sencilla, casi mezquina, sin requilorios arquitectónicos.

La gente vive aún con el alma del siglo XVII. Perdura en ella el miedo, la cobardía que inspiraba la hoguera inquisitorial. Los españoles tienen médula de esclavo; sus arrogancias y energías son exteriores. No en balde se viven tres siglos de servidumbre eclesiástica.

Tenían el eterno mayordomo, que aún perdura en las Castillas, y en Albacete, y en Murcia; pasaban por alto las trabacuentas y gatuperios del delegado; necesitaban dinero para su vida fastuosa y lo pedían a todo evento. Y la ruina llegaba inexorable. Infantes, como tantos otros pueblos del Centro, se arruinó rápidamente en dos siglos.

en la niebla del recuerdo melancólica perdura desolada la memoria que en un vuelo de amargura reconstruye la sangrienta florescencia de tu duelo, no perturbe de tu llanto la corriente inagotable 10 la salmodia del tributo que se eleva inmensurable de la patria, en la piadosa gracia cándida de un vuelo.

No en vano fueron por ignotos mares de Hispania las veloces carabelas, en comunión ferviente con la Audacia y los altos designios de la Idea; no en vano los Cortés y los Balboa desafiaron el hambre y las tormentas, y sus bridones épicos midieron las pampas infinitas de la América; no en vano sobre el pico de los Andes, dueña del mundo, flameó tu enseña, tan amplia que cubrió dos continentes, tan gloriosa, tan noble y tan excelsa; no en vano, por tres siglos, tus ejércitos han levantado en mi solar sus tiendas, y vieron el prodigio de mis lagos y de mis bellas noches el poema; no en vano en nuestras almas imprimistes de tus virtudes la radiosa estela, y gallardos enjoyan tus rosales plenos de aroma las nativas sendas: tu imperio espiritual vive y perdura, y extiende su simbólica cadena del Pirene a los Andes y al Carballo, y en un abrazo inmenso los estrecha.