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Actualizado: 17 de julio de 2025
¿Qué debéis callarla? exclamó el duque, cada vez más atónito. Así lo creo dijo Stein ; y este deber me priva del único consuelo que me quedaba, el de poder desahogar mi corazón en el del noble y generoso mortal que me abrió su manos poderosas y se dignó llamarme su amigo. ¿Y adónde vais? A América.
Ahí estan esas estátuas y esos bustos. ¡Gloria á ellos, gloria al siglo cristiano que los fabrica, y gloria al espíritu que los ha mandado fabricar! Vamos á las curiosidades de este dia. Ha caido en mis manos, por una venturosa casualidad, un memorial antiguo, y en él encuentro noticias, que no dejan de llamarme la atencion. Primera.
Yo jamás le he hecho nada malo, si se exceptúa el no querer llamarme barón de Pontournant y dejarla para vestir imágenes.... No puedo hacer más que ofrecerme á estrechar su mano ... Y te doy mi palabra de que tendré ese heroísmo.... Entonces todo saldrá á pedir de boca. Usted exagera su rencor. La edad ha amortiguado los fuegos de su cólera ... Se ha calmado mucho.
Todas las gentes me miraban curiosas, como si quisieran reconocerme, para llamarme por mi nombre. Temerosas de un chasco no se atrevían a hablarme, y se daban por satisfechas con verme de pies a cabeza y examinar mi traje de cortesano. Me pareció que unas a otras se preguntaban al verme: ¿Quién es éste? ¿A qué vendrá? ¡Pobre de mí que había soñado con un recibimiento caluroso!
Sin cuerpo, porque tal como lo tengo de aporreado me aprovecha, y sin alma, porque la tengo trastornada y revuelta, y andando en cien lugares y no sabiendo dónde pararse. ¡Ah, esperábais! Sí, señor, y había perdido la esperanza, amigo Montiño. No volváis á llamarme Montiño, os lo ruego, don Francisco; ese apellido me hace daño.
En suma, hombre: que en un dos por tres, y cuando menos lo esperaba, di el bajón que había de dar más tarde o más temprano. Es de ley que la tierra llame a lo que es suyo, y a mí no cesa de llamarme unos días hace.
Ya mueren aquí las gentes sin llamarme, tan tranquilas, como si fuesen perros exclamaba indignado. Cada vez hay menos entierros. Ya van al cementerio sin acordarse de don Facundo, escoltados por centenares de badulaques que se pirran por molestar á la Iglesia asistiendo á eso que llaman actos civiles. Señores... ¡entierros civiles en las Encartaciones! ¿Quién podía figurarse que veríamos esto?...
Y así, digo que el sabio ya dicho te habrá puesto en la lengua y en el pensamiento ahora que me llamases el Caballero de la Triste Figura, como pienso llamarme desde hoy en adelante; y, para que mejor me cuadre tal nombre, determino de hacer pintar, cuando haya lugar, en mi escudo una muy triste figura. -No hay para qué gastar tiempo y dineros en hacer esa figura -dijo Sancho-, sino lo que se ha de hacer es que vuestra merced descubra la suya y dé rostro a los que le miraren; que, sin más ni más, y sin otra imagen ni escudo, le llamarán el de la Triste Figura; y créame que le digo verdad, porque le prometo a vuestra merced, señor, y esto sea dicho en burlas, que le hace tan mala cara la hambre y la falta de las muelas, que, como ya tengo dicho, se podrá muy bien escusar la triste pintura.
Ahora sí, decía, que puedo llamarme propiamente la Princesa Venturosa. Este capricho de poseer el pájaro verde no era capricho, era amor. Era, y es un amor, que por oculto y no acostumbrado camino, ha penetrado en mi corazón. No he visto al Príncipe, y creo que es hermoso. No le he hablado, y presumo que es discreto.
Por otra parte, si castigan a esos irreverentes, lo harían peor; créame usted, don Modesto. Tiene usted razón, como siempre, Rosita dijo don Modesto . Yo sé lo que son los guasones; si les cortasen las lenguas, hablarían con las narices. Pero si en otro tiempo alguno de mis camaradas se hubiese atrevido a llamarme Turris Davídica, bien hubiera podido añadir: Ora pro nobis.
Palabra del Dia
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