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Actualizado: 17 de junio de 2025
Al bajar la magnífica escalinata de la Bolsa, mi mujer me tira del brazo, en señal de llamarme la atencion, y me dice: Llévame á la fonda; yo me quedaré allí, mientras que tú vienes á visitar ese palacio. Me remorderia la conciencia, continuó mi compañera con más animacion, si los franceses me cogieran un franco por visitar la Bolsa.
Julia, que estaba muy ufana de su labor y que pensaba dar una sorpresa agradable a su madre, le dijo riendo: ¿Mamá, tiene V. vergüenza para llamarme holgazana? Nunca lo hubiera dicho.
Si vuelves á llamarme bruja, se lo diré á ella, y perseguirá tu buque con una tempestad. Atrevesando la plaza del mercado regresó la niña junto á su madre y le comunicó lo que el marino le había dicho.
Este asunto, para mí, era muy secundario. Aunque no podía llamarme rico, como era hijo único tenía más que suficiente para vivir con modestia. La fortuna de Gloria no me interesaba mucho. Sabía que estaba perfectamente administrada, y tal seguridad me obligaba a mostrarme indiferente y descuidado respecto de ella. Esta fue la parte del discurso que peor dije. Era la menos sentida.
Que me proteja aún durante algunas horas, y mi Laura será libre para siempre. ¡Hoy podrá llamarme madre, delante de todo el mundo! ¡Cómo! ¿Qué queréis decir? Callaos, Catalina, vuestro marido podría oírnos. Quiero estar sola con vos. Vamos, entrad, Andrés cuidará la puerta. Catalina habló un momento a su marido y luego entró en la casa con la viuda.
Díjome el amigo que debía de llamarme Fígaro, nombre a la par sonoro y significativo de mis hazañas, porque aunque ni soy barbero, ni de Sevilla, soy, como si lo fuera, charlatán, enredador y curioso además, si los hay.
Comprendí que trataban de engañarme, de hacerme creer que vivían cómodamente. Mira, Pepa: que le pongan a éste la cena. ¡Se come tan mal por esos caminos!... Mi tía, la joven y Andrés se retiraron al comedor. No tardaron en llamarme. La joven se presentó diciendo: Que ya está la cena.... Acaricié a mi pobre tía, y pasé al sitio donde me esperaban.
No tenéis razón para llamarme torpe, porque es incomprensible el objeto de Quevedo. Lo que á ti te falta de ingenio, le sobra á Quevedo, Lerma. Pero en esta ocasión... Dime: ¿no es tu querida Dorotea? Sí. Aún no me comprendes. Será necesario llegar al fin. Dime: ¿no harás tú cualquier locura por evitar que Dorotea te humillase despidiéndote? Según, según. No hay según. Tú eres todo soberbia.
Carlos cerró los ojos para huir de la visión tentadora. No respondió con energía, no quiero la dicha a ese precio... Y yo no quiero llamarme la señora de Candore, sino la señora de Raynal... La puerta de la izquierda se había abierto a su vez, y Eva se adelantaba valientemente hacia el joven admirado.
Me alegro, hija mía, de que me hayas llamado; pero sin que te hubieras molestado en llamarme, ya iba yo a venir a verte. ¡Qué pálida estás! ¿Qué padeces? ¿Tienes algo importante que decirme? A esta serie de preguntas cariñosas, empezó a contestar Pepita con un hondo suspiro. Después dijo: ¿No adivina Vd. mi enfermedad? ¿No descubre Vd. la causa de mi padecimiento?
Palabra del Dia
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