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Actualizado: 12 de junio de 2025


Para esto ponía en funciones toda la maquinaria más brillante que sólida de su raciocinio, aprendido en el comercio de las liviandades humanas y en someras lecturas. «Hija de mi alma, hay que ponerse en la realidad. Hay dos mundos, el que se ve y el que no se ve. La sociedad no se gobierna con las ideas puras. Buenos andaríamos... No soy tan culpable como parece a primera vista; fíjate bien.

Algunos entendieron que, en tiempo de moros, sirvió también deste ministerio esta casa, donde acudían á sus zambras; pero lo cierto es que estas gentes, aunque faltas de fe, no fué tan perdida y mal gobernada, que consintiesen en sus repúblicas este género de representaciones, que no sirven de otra cosa sino de gastar las haciendas, corromper las buenas costumbres, perder el tiempo, introducir nuevos trajes, afeminar los hombres, dar libertad á las mujeres, y lición á todos para desenvolturas y liviandades

La conversación fue larga, mostrándose Cristeta tan firme en su propósito, que los vicios bajaron la cabeza. Doña Frasquita tembló ante la idea de que, si su sobrina volvía al teatro, tornase su marido a las pasadas liviandades: don Quintín, barruntando que en aquello andaba Juan, calló seguro de que Cristeta le hablaría luego reservadamente. No se había equivocado.

»El resto de la noche lo pasamos solas las dos y sin separarnos: ella en su lecho; yo a la cabecera, sentada en un sillón; ella durmiendo a ratos, entre pesadillas y delirios, y yo contando las lentas horas, minuto a minuto, a la luz mortecina y verdosa del opaco fanal de la lamparilla, y viendo con los ojos de la triste imaginación desfilar en largas y silenciosas procesiones los fantasmas de todas las locuras y liviandades de mi vida pasada, y los de las crueles amarguras que el cielo me tenía reservadas por castigo.

No se alteraron por ello la paz ni las costumbres de la familia. El barón tardó poco en hacerse a la idea de que era padre, Sacramento continuó en sus aventuras, Soledad sujeta a la inflexible voluntad de los tíos, y éstos habituados por igual a las liviandades de la sobrina casada y a la humilde docilidad de la soltera.

Pero sus economías y el establecimiento mismo naufragaron por las liviandades de una mujer con quien, por obra del demonio sin duda, se había casado. Su señora tampoco era pueblo; era una sanguijuela del país, como vosotros los que esto leéis. ¡Quién le metería en la cabeza a Juan Bou casarse con la hija de un recaudador de contribuciones!

La armazón de la novela de Ángel era la siguiente: un comerciante muy rico tenía una mujer muy guapa, la cual mujer era, además, ligera de cascos. De este matrimonio nació una hija que llegó a ser moza, sin que, su madre se recatara de ella todo lo que debía para entregarse a sus liviandades, que iban de mal en peor y al cabo llegaron a matar de pesadumbre y de vergüenza al pobre comerciante.

La despedida de los tíos no fue dramática. Doña Frasquita parecía decir: «Hágase tu voluntadPara ella Cristeta simbolizaba el teatro, es decir, la perdición y los vicios de su marido. Don Quintín sonreía mirando socarronamente a su sobrina; desde que la sabía conocedora de sus liviandades, recelaba que hablase. Cristeta estuvo muy cariñosa, y en el momento de salir del estanco, lloró.

Así Moisés, para ejemplo de esto, se hallaba en la cumbre del Sinaí conversando con el Altísimo, y la plebe, entre tanto, se le alborotó allá abajo, y se puso a adorar los ídolos y se entregó a liviandades y torpezas.

Pero erraron esta vez, como otras muchas veces, sus tiros los demonios porque en lugar de salir con sus intentos, perdieron la presa; llenóse el miserable todo de pavor, y miedo, porque el corazón le decía que esta era cosa del infierno, y no sabía cómo echarlos de ; había oído decir que los dulcísimos nombres de Jesús y de María tenían poder contra esta canalla, pero no se ofrecían á la memoria, hasta que después de mucho trabajo se le ofrecieron y los pronunció: entonces los demonios, como si se viniese abajo toda la casa, huyeron con gran furia, y él, curado en el alma de sus liviandades, entró por el camino de la salvación, con más firmes propósitos y más seso que antes; y con tal mudanza y arrepentimiento de sus yerros, que estando aún con la fiebre se levantó de la cama y fué corriendo á echarse á los piés del P. Caballero, y con más lágrimas que palabras le pidió el santo bautismo.

Palabra del Dia

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