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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Yo me siento aquí tan a «mon aise», como si estuviese «chez moi» decía el gascón. Siempre me encontré bien en España, porque si los españoles son un poco orgullosos, también son valientes, valientes como los mismos franceses. ¡Y nunca vi mujeres más lindas que las de España!

La Sultana vieja seguía de lejos, y presidiendo la banda de sus lindas esclavas, la afanosa tarea de Híala y de Encirnún, y las vió, riéndose de su loca empresa, trasponer por entre las calles de negros árboles que daban entrada al bosque.

En el fondo, el mar, cuyas ondas azules, después de haber prolongado los contornos de la bahía, van a morir sobre frescas praderas cortadas por setos de rosales silvestres y por oxiacantos floridos que esparcen a lo lejos su perfume. Aquí y allá algunas encinas seculares sostienen un techo de rastrojos cubierto de lindas matas azules y de clemátidas, que penden en largas guirnaldas.

Aquel le dijeron es el famoso Frangis-el-Wadar, oráculo de nuestro siglo, depósito de elocuencia, tesoro de frases lindas, urna de tropos y figuras retóricas, y además le añadieron en voz baja , amplio cofre y razonable tinajón de vanidad y presuntuosa candidez.

Por favor, no me diga usted más nada; en París lo escucharé... ¡Quién sabe también si el paseo que va usted a hacer a Valremont no modificará sus ideas! ¡Qué fría está usted y qué suspicaz! Los sentimientos que abrigo para usted después que la he visto... , , conozco esas lindas frases; por muy sinceras que sean, hágame gracia de ellas, se lo ruego.

Y cuando uno trae a la memoria los linimentos, pomadas, aromas, afeites, mudas, untos y frotaciones, con que durante un año iban adobando a las más lindas muchachas antes de presentarlas al rey Asuero, todos los refinamientos, primores, adornos y zahumerios de que puedan valerse las más alambicadas ninfas de París, son la propia ordinariez y la más vulgar cursilonería.

En la lámina están unas niñas griegas, poniendo sus muñecas delante de la estatua de Diana, que era como una santa de entonces; porque los griegos creían también que en cielo había santos, y a esta Diana le rezaban las niñas, para que las dejase vivir y las tuviese siempre lindas.

Pidió subsidios á sus vasallos, y los bonzos que eran dueños de la mìtad de las rentas del estado, se contentáron con levantar las manos al cielo, y se negáron á llevar su dinero al erario para sacar de ahogo al rey. Cantáron lindas oraciones en música, y dexáron que los bárbaros asolaran el estado. Querido Zadig, ¿me sacarás de este horrible apuro? le dixo en lastimoso tono Nabuzan.

Esa tarde pude admirar la hermosura de las muchachas más lindas de Villaverde. Sencillas, vestiditas modestamente, ajenas a las modas y a los figurines de París; modositas, tímidas, pacatas, tristes, como si a los quince años empezaran a envejecer; niñas grandes, que me parecían sin ilusiones ni esperanza, y para quienes el mundo se reducía a la silenciosa ciudad nativa.

Verdad era que un gran número de sus amigas, tan lindas como ella, ciertamente, no se casaban por falta de dote suficiente. ¿Y si Diana decía lo cierto, si la razón que decidía a Huberto a preferirla a las otras se apoyaba en tal motivo?... Sintió en su corazón una emoción angustiosa.

Palabra del Dia

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