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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Limpiaba pacientemente la sombra, como un buscador de tesoros, agachándose en el misterio de los palcos para guardar en sus bolsillos los hallazgos: abanicos de señora, sortijas, pañuelos de mano, monedas caídas, adornos de trajes femeniles, todo lo que dejaba tras su paso una invasión de catorce mil personas.

Y el cuervo de Yégof, apoyado en el borde de la campana de la chimenea, con la cabezota oculta entre las despeluzadas plumas, parecía dormir; pero, de vez en cuando, alargaba el cuello, se limpiaba una pluma con el pico, nos miraba después escuchando un segundo y volvía a meter en seguida la cabeza bajo las alas.

Por la memoria excitada del Magistral pasaron todas las estaciones de aquel día de Pasión. Mientras bebía el vaso de agua, y se limpiaba los labios pálidos y estrechos, sentía pasar las emociones de aquel día por su cerebro, como un amargor de purga.

Á lo mejor se paraba ante un niño que lloraba en medio de la calle y lo consolaba y le limpiaba las lágrimas con su pañuelo, y le metía después una moneda de plata en la mano. Otras veces se le veía paseando á caballo, también solo, por las cercanías, dejando las riendas sueltas y contemplando el paisaje con mucho sosiego, ó bien marchando á todo escape como si huyese de alguno que le perseguía.

Cuando iba a la escuela, ella era quien le recosía los sietes de los pantalones, para que su padre, que entonces vivía, no se los abriese en la piel, le limpiaba los mocos con su propio pañuelo, y le pasaba una toalla mojada por la cara cuando ésta venía demasiadamente puerca. Después que entró a cursar la segunda enseñanza, si ya no ejercía estos mismos oficios con él, los desempeñaba análogos.

Ella misma limpiaba su dormitorio, para evitar un quehacer á la vieja doncella. No quería admitir la ayuda de Valeria. Cada una corría con el arreglo de su propia habitación, ya que la servidumbre era escasa. Además, entraba en la cocina algunas veces, y hasta por su gusto habría ayudado al jardinero en el cultivo de la pequeña huerta.

Casi iban a reñir, con la furia de sus opiniones encontradas y su rivalidad amorosa, cuando el Cantó distrajo su atención. Se había librado del tamboril incrustado en su cabeza y se limpiaba la sangre de la frente. Lloraba con la rabia del débil enfurecido, capaz de las mayores venganzas, pero que se siente al mismo tiempo esclavo de su impotencia. ¡A ! ¡a ! gemía asombrado de este ataque.

Leonora abandonó el hombro de su amante, se desasió de sus brazos; limpiaba sus lágrimas y se erguía con la firmeza del que ha adoptado una resolución irrevocable. Estoy decidida a todo. Me hace mucho daño lo que voy a decirte, pero no retrocederé: será inútil que protestes. Ya no puedo estar bajo este techo; comprendo que he acabado para mi tía: ¡pobre vieja!

No tardó en salir a la carretera. La luna brillaba en lo alto del firmamento. De vez en cuando, grandes nubes espesas, flotantes tapaban su disco, pero al instante volvía a lucir. En las regiones superiores de la atmósfera soplaba un viento huracanado. Abajo parecían reinar el silencio y la paz. Josefina no salía de su desmayo. El conde le limpiaba con su pañuelo la sangre.

Mientras D. José, en lo alto de la sagrada cátedra, se sonaba con un pañuelo de yerbas y se limpiaba las narices repetidas veces de un modo mesurado e imponente, propio para ejercer saludable fascinación en el ánimo de aquellos sencillos campesinos, el cura de Riofrío, transformado en hostiario, ordenaba el concurso de suerte que todos pudiesen oír cómodamente al orador.

Palabra del Dia

hociquea

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