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Actualizado: 25 de junio de 2025
Todo se hallaba en silencio, envuelto en una onda de luz rojiza o de tonos grises, según que las llamas bajaban o subían. Más separados, en la lejanía, se dibujaban las siluetas de los centinelas, con el fusil al brazo o con la culata junto a los pies, que miraban al abismo cubierto de nubes.
Un momento después se oyeron, en la lejanía, clamores extraños, y el contrabandista, mirando a través del humo, vio una brecha sangrienta en las filas del enemigo. Agitó entonces los brazos en señal de triunfo, y los montañeses, encaramados en los parapetos, le respondieron con un hurra general.
El sol reía en la llanura, toda verde, inacabablemente verde, y como cortada en la lejanía por el límite del cielo azul. Algunos animales, en aquel mar de verdura, aparecían como manchitas de color ocre o negro. Mientras su mirada se perdía en la inmensidad de la llanura, empezó a recordar, casi con extrañeza, las circunstancias en que se había comprometido con Muñoz.
Todo pasaba en extravagante mezcla por los ávidos esófagos: el salchichón revuelto con soda, los pasteles bañados en aceite de sardinas. Y cuando su famélica nerviosidad empezó a calmarse, rompieron a hablar del desafío como de un suceso remoto, de un hecho histórico envuelto en las maravillosas nieblas de la lejanía, que todo lo agiganta.
Dentro hay una silla, un espejo, una microscópica palangana. Y sobre dos banquillos, que sostienen cuatro tablas, un colchón angosto y retesado. Me acuesto sobre el duro alfamar, apago la luz. Y oigo en la lejanía tres campanas, que caen lentas, solemnes, y una voz casi imperceptible por la distancia, que grita en un plañido largo: Ave María Purísima...
Completaba la lejanía la cima de la Montaña Verde, recortándose sobre el cielo con cierta dureza de paisaje flamenco en sus contornos exactos y marcados, de un verde obscuro límpido. A la margen del río se veía bajar y subir el brazo derecho de las lavanderas, como miembro de marioneta movido por resortes, y se oía el plas acompasado de la paleta con que azotaban la ropa.
Volvió á acordarse Robledo de la expresión de lejanía que había observado en todos los que tienen un pagaré de vencimiento próximo. Pero este recuerdo pasó rápidamente por su memoria. Miró con más atención al banquero, y se dió cuenta de que ya no pensaba en cosas invisibles.
Estamos en campo abierto. La llanura se extiende inmensa en la lejanía, verde-oscura, verde-presada, grisácea, roja, negra en las hazas labradas recientemente. Las piezas del alcacel temprano ensamblan, en mosaico infinito, con los cuadros de los barbechos hoscos. Ni una casa, ni un árbol. Un camino, a intervalos, se pierde sesgo en el llano uniforme.
A lo lejos, la enhiesta chimenea de una fábrica difumina, con denso humacho negro, el cielo radiante, de azul pálido; una tenue neblina cierra y engasa el horizonte, y entre las ramas desnudas de los árboles, casi a flor de tierra, en la lejanía, asciende lento y solemne, un enorme disco de oro encendido... He tomado el billete, y paso al andén. En la puerta dos mujeres pleitean con el mozo.
Palabra del Dia
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