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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Pastorcillo, tú que vienes, pastorcico, tú que vas? Pues en verdad que está ya duro el alcacel para zampoñas. A lo que añadió el ama: Y ¿podrá vuestra merced pasar en el campo las siestas del verano, los serenos del invierno, el aullido de los lobos? No, por cierto, que éste es ejercicio y oficio de hombres robustos, curtidos y criados para tal ministerio casi desde las fajas y mantillas.
Anticipadamente al día en que habia de celebrarse cuidábanse de allanar los «foyos et barrancas de las calles,» así como limpiarlas del estiércol. Colocábanse toldos en el Corral de los Olmos, los tapices del Sr. Arzobispo en las Gradas y cubríase el suelo del templo y el de las calles, de juncias, alcacel y hierbas olorosas.
El agricultor español es de una mentalidad arcaica; pierde lo más, lejano y trabajoso, por obtener lo menos, presente y voladero... Cae el crepúsculo. Los olivares se ensombrecen; cobran un tinte oscuro los cuadros de alcacel luciente; resaltan hoscas las tierras de barbechos.
Estamos en campo abierto. La llanura se extiende inmensa en la lejanía, verde-oscura, verde-presada, grisácea, roja, negra en las hazas labradas recientemente. Las piezas del alcacel temprano ensamblan, en mosaico infinito, con los cuadros de los barbechos hoscos. Ni una casa, ni un árbol. Un camino, a intervalos, se pierde sesgo en el llano uniforme.
Palabra del Dia
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