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Actualizado: 17 de octubre de 2025


Algunas veces he subido y bajado este camino con un cesto bien grande de ropa sobre la cabeza cuando venía á lavar con Flora profirió alegremente la joven. Flora está en Entralgo. ¿Está en Entralgo? Habrá venido á ayudar á doña Robustiana... Como ahora ya está el amo ahí... ¡No se alegrará poco de verme! ¿Pero no sabes lo que ha pasado hace pocos días? Demetria no sabía nada.

Por la dignidad del continente, por la delicadeza del cutis, por su belleza sencilla y serena, no había en todo Madrid quien pudiese competir con ella. Pero esto no era nada si se compara a la forma en que se le aparecía los sábados. En este día Carlota tenía por costumbre lavar sus camisas.

La condesa agarró el sombrero del mayordomo y voló á uno de los charcos cercanos. Después, ambos de rodillas, se pusieron á lavar la herida del animal. La bala le había atravesado de parte á parte, entrándole por el vientre cerca de las patas traseras y saliéndole por el pecho. Todos los esfuerzos fueron inútiles.

Vamos, ¿quién es tu madre, ésa? le preguntó mostrándole una mujer que a la puerta de la casa se hallaba en pie, mirándoles con enternecimiento. ¡Mama! gritó el niño con angustia. ¿Qué te pasa, hijo? dijo la madre riendo. Aún tiene miedo a las monjas, pero ya se le irá quitando dijo la hermana. Todavía hemos de hacer muchas migas, ¿verdad, buen mozo?... Señora, ¿me deja usted ir a lavar el chico?

Porque así no hay alma que le un beso. La madre se puso colorada. No crea usted que le he dejado de lavar, que le he lavado dos veces hoy, señora; pero este arrastrao no dónde se ensucia tanto. Pues yo : revolcándose en la carretera. ¡Ah pícaro! ¡Corre, corre, que te pega tu madre!

Mi madre no vivia; pero la Providencia ha dado lágrimas al hombre para lavar con ellas sus pecados, sus olvidos, sus yerros; y lágrimas ardientes y fervorosas humedecieron el sepulcro de la que me dió el sér. ¡Gloria! ¡Sueño terrible! ¡Angel cruel, cuánto has comido de mi alma y de mi cuerpo! ¡Quién lo hubiera sabido! ¡Quién hubiera podido adivinarlo!

Dormíamos bajo la misma lona, al pie del palo mayor; nos ayudábamos al lavar lo que teníamos puesto; éramos como hermanos... Y un día, él se enamora de mi pantalón. «Que te lo compro... Que te doy tres pesetas por él...» Y vinimos regateando desde Cabo Verde al río de la Plata. El millonario sonreía al recordar su testarudez.

Eštas cošas šon las que contaminan al hombre: que comer con las manos por lavar no contamina al hombre. Y šaliendo IESVS de alli, fueše

A este punto llegaban de su coloquio el duque, la duquesa y don Quijote, cuando oyeron muchas voces y gran rumor de gente en el palacio; y a deshora entró Sancho en la sala, todo asustado, con un cernadero por babador, y tras él muchos mozos, o, por mejor decir, pícaros de cocina y otra gente menuda, y uno venía con un artesoncillo de agua, que en la color y poca limpieza mostraba ser de fregar; seguíale y perseguíale el de la artesa, y procuraba con toda solicitud ponérsela y encajársela debajo de las barbas, y otro pícaro mostraba querérselas lavar.

Pero ésta, adivinando que aquellos amoríos no interesaban ya su corazón inconstante, quedó sosegada y tardó poco en recuperar su buen humor habitual. Flora quería ir á lavar al río. Así lo había convenido con Demetria para juntarse las dos y pasar algunas horas de charla. Sin manifestar lo último á D.ª Robustiana, le propuso lo primero.

Palabra del Dia

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