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Actualizado: 16 de julio de 2025


Llegaban a la caída de la tarde telegramas de todos los lugares de la Península donde se había celebrado corrida, y los socios, luego de escuchar su lectura con religiosa gravedad, discutían, levantando suposiciones sobre el laconismo telegráfico.

Entre el señor Rosendo y su triste laconismo; la tullida y su tiranía doméstica; Pepa la comadrona, que lo asustaba de puro gorda, y lo crucificaba a chistes, o Amparo, desde luego se declararon por esta sus simpatías. Todas las tardes, con el cilindro de hojalata terciado al hombro, iba a buscarla a la salida de la Fábrica.

El laconismo de las respuestas de ella y el énfasis nervioso con que se abanicaba, eran indicios de su contrariedad. Y Pez, cada vez más frío, con un cierto airecillo de persona superior a las miserias humanas, continuaba hablando de cosas indiferentes con admirable seso, sin perder la brújula, sin decir nada que anunciase una conciencia vacilante o una virtud en peligro.

Se hizo un silencio; pero el laconismo del ruso no fué de larga duración. Sintió la necesidad de expresar su entusiasmo por el soñador de la roca marina de Patmos. El poeta de las visiones grandiosas y obscuras ejercía influencia, á través de dos mil años, sobre este revolucionario místico refugiado en el último piso de una casa de París. Todo lo había presentido Juan.

Daba la noticia con un laconismo modesto, como si acabase de realizar algo importante. Miguel casi le envidió porque había visto á Alicia. «¿Cómo estabaHermosa, hermosa como siempre. Algo pálida... ¡Después de una emoción como la de anoche! Pero alegre, muy contenta; hablando á cada momento del marqués. Se adivinaba su gran afecto. Almorzaron solos.

Juan lo abrió, presintiendo que venía de Etretat; leyó: «Tengo necesidad de ti, ven inmediatamente, esperamos. AubryJuan quedó estupefacto. ¿Para qué podían necesitarlo? ¿Por qué llamarlo así bruscamente? ¿El señor Aubry habría recaído en su enfermedad? El laconismo del telegrama lo alarmaba. ¿Volver a Pervenche?... era un sufrimiento moral superior a sus fuerzas.

Vamos a ver manifestó el maestro volviendo a su trabajo ; explícanos lo que piensas... ¿A qué aspiras ? ¿Qué deseas ? ¿Yo? dijo Mariano con terrible laconismo . Tener dinero. ¡Tener dinero!

Dos gruesas perlas, hermanas de los azahares, servíanle de pendientes, y su seno, aquel seno escaso que tanto mal sueño me había producido, cerrado completamente por la bata, daba a su busto una corrección de líneas inimitable. ¡Era feliz mi tío! El señor Penseroso con una dulzura exquisita y un laconismo de la más urbana discreción dijo la ceremonia.

Cristeta dejó de ir a paseo y no permitió salir a la chica, con objeto de excitar y enardecer más la curiosidad de don Juan; pero a la par que esto hacía por reflexión, se apoderó de ella tal impaciencia que estuvo a pique de escribirle diciéndole con terrible laconismo: «VenPor supuesto que si lo hace él se presenta de fijo en su casa o dondequiera le citase, sin miedo a marido, aunque fuera más temible que el Gran Turco.

Después, como arrepentido de su olvido, se apresuró a preguntar: ¿Y Pepa, tu mujer? Supongo que estará buena.... Se contrajo la frente del empleado de la catedral y sus ojos pusiéronse vidriosos, como si fuese a llorar. Murió dijo con laconismo sombrío. Gabriel se detuvo, agarrándose a la barandilla, como inmovilizado por la sorpresa.

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