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Actualizado: 12 de octubre de 2025


Todos nuestros amigos estaban allí: los Marqueses de Oreve, Lacante, Kisseler, hasta el doctor Muret, que había hecho hueco entre dos consultas para darme esa prueba de amistad. Antes de hablar los había visto a todos, menos a Elena, y ya la acusaba por su indiferencia cuando la vi detrás de su padre, desde donde me miraba atentamente, creyendo, sin duda, no ser vista.

El doctor, Carlos Muret, está ya en el secreto, y el desgraciado Lacante se arranca los últimos cabellos.

¿Por qué toma usted a juego el torturarme le pregunté, sabiendo que su complacencia en tolerar la actitud comprometedora de Lautrec es injuriosa y cruel para ? Sea usted justo exclamó. Lautrec hace a mi lado lo mismo que usted con la niña de Lacante... Mi coquetería no es más criminal que la de usted.

Como comprenderás, no pude contener un grito de sorpresa, y , con toda tu diplomacia, vas a hacer lo mismo al leerlo. Lacante siguió diciendo con sonrisa, mitad confusa, mitad placentera: ¡Bah! querido, yo he sido joven, y lo he sido demasiado tiempo... Hay allí una flor tardía, que me pertenece, brotada en un tronco viejo y arruinado. ¿Es joven? Una chicuela.

No conozco el valor de la herencia ni me importa en lo que a se refiere. Gano bastante dinero con mi pluma, sin contar mi pequeñísimo patrimonio... Naturalmente; es por un espíritu de justicia, de estricta equidad, por lo que... Lacante me miraba y sus ojillos vivos y movibles tenían una singular expresión, que cortó mi frase en suspenso.

Las señoras de Grevillois no asisten a los jueves de Lacante, pero forman parte del círculo habitual de la Marquesa Leontina de Oreve.

Nuestro buen Lacante, un padre para , acaba de escapar, no sin trabajo, a un ataque de gota que por poco lo mata. Y este cuidado ha puesto en segundo término mis irritantes sospechas respecto de Luciana. Pero en cuanto ha desaparecido el peligro de Lacante, ha vuelto a empezar el asalto contra mi pobre alma, que no puede ya más en esta lucha solitaria con fantasmas.

La satisfacción que le inspira el espejo cuando contempla en él la palidez aristocrática de su cara, a la que sirven de marco unas patillas escasas pero bien peinadas, su ancha frente y hasta su cabellera bermeja e indisciplinada, no le permiten sospechar nada malo por la familiaridad de Lacante en su casa, y acaso, tiene razón.

Es el amigo de Quimper, que tan bueno ha sido conmigo. Y me ofreció su manita demacrada. En este momento entró el doctor Muret y se indignó al encontrarla todavía de pie siendo más de las diez. Hubo que ver a Lacante, confuso como un colegial cogido en falta, dándose prisa para llevarse a Elena, a pesar de su pie gotoso, y volviendo la espalda a la cólera del médico.

Mi amada recobró su alegría y su gracia seductora, Íbamos lentamente por los frondosos senderos del bosque y habíamos olvidado el objeto de nuestro paseo, cuando vimos venir a nuestro encuentro, muy lejos aún, a Elena con Polidora, que no nos habían visto y se detenían de vez en cuando para cortar flores. Ahí tiene usted al retoño de Lacante en su elemento dijo Luciana con un dejo de desdén.

Palabra del Dia

neguéis

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