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Actualizado: 23 de junio de 2025
¡Bah! dijo Grano de Sal , un poco más, un poco menos, es igual. Yo estoy bien contento de haber abandonado el oficio con lo que tengo y de haberme comprado un quechemarín para el cabotaje. Pero desde que no veo al pobre señor Kernok, parece que me falta algo. A propósito dijo el señor Durand , creo que se acerca la hora de la misa que hacemos decir en San Juan a ese pobre viejo.
Nunca Zeli había visto a Kernok con un aire tan duro y tan severo. Así, contra su costumbre, no hizo una multitud de objeciones a cada orden de su capitán, y se contentó con ir prontamente a ejecutarlas. Kernok, después de haber examinado atentamente la dirección del viento y de las brújulas, hizo signo a su compañero de que le siguiese.
Cuando Zeli entró, Kernok, con la cabeza inclinada hacia atrás, y la pistola aún en la mano, reía del espanto de Melia, que, pálida y trémula, se había refugiado en un rincón de la cámara. ¡Y bien! Zeli dijo el pirata ; ¡y bien! mi viejo lobo de mar, ¿tus señoritas se divierten por allá arriba? Le respondo de ello, mi capitán; pero esas damas esperan la sorpresa.
Era preciso que la amase mucho, puesto que la permitía tocar su excelente puñal de Toledo y sus buenas pistolas inglesas. ¡Qué más! ¡Hasta le confiaba la custodia de su provisión particular de vino y de aguardiente! Pero lo que probaba más que nada el amor de Kernok, era una ancha y profunda cicatriz que Melia tenía en el cuello.
¿Qué es? ¿hablarás, perro? Capitán... está en la cala... Ya lo sé. ¿Por qué no ha subido, bribón? ¡Ah! ¡caramba! capitán... es que está muerta... ¡Muerta! ¡muerta! dijo Kernok palideciendo; y por la primera vez su rostro expresó el dolor y la angustia.
En vano Melia le hacía signos de que se callase, mostrándole a Kernok dormido; Zeli, que no se atenía más que a la orden que había recibido, repitió con una voz más fuerte: ¡Capitán, todo está dispuesto! ¡Eh!... ¿qué hay?... ¿qué es eso?... dijo Kernok desprendiéndose de los brazos de la joven. Capitán, todo está dispuesto repitió Zeli por tercera vez, con una entonación aún más elevada.
Estás loca decía el pirata subiendo al puente con un paso aún pesado y vacilante ; pero si me has despertado por nada... Mire respondió Melia presentándole un anteojo con una mano, mientras que con la otra designaba un punto blanco que se veía en el horizonte. ¡Maldición! gritó Kernok después de haber mirado atentamente, y llevó vivamente el aparato al ojo izquierdo . ¡Mil rayos!
Vamos, vamos, bella patrona, cálmese usted y no abra el pico como una gaviota que va a dejarse caer sobre un banco de sardinas. He aquí lo que la apaciguará dijo Kernok haciendo sonar algunos escudos ; tengo necesidad de usted y del... señor.
Kernok cayó desvanecido y dos carcajadas siniestras resonaron en la cabaña. En esto llamaron a la puerta. ¡Kernok, Kernok mío! dijo una voz dulce y fresca. Estas palabras produjeron sobre Kernok un efecto mágico; abrió los ojos y miró a su alrededor con extrañeza y espanto. ¿Dónde estoy, pues? dijo levantándose ; ¿ha sido una pesadilla, una espantosa pesadilla?
Así decía Kernok, con un largo anteojo en la mano, y acariciando la culebrina aún humeante que él mismo acababa de apuntar contra el San Pablo, porque este navío no se había apresurado a izar su pabellón. Esta era la bala que había matado a Carlos y a su esposa.
Palabra del Dia
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