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Actualizado: 23 de junio de 2025
¡Hola! dijo ella con una sonrisa repugnante ; ¡hola! ¡tú, tan fuerte, y tiemblas! Tiemblo... tiemblo... Si crees que es posible sentir tu garra sobre mi piel, te equivocas. Pero, si en lugar de ese cuero negro y curtido se tratase de una mano blanca y regordeta, ya verías entonces si Kernok... Y balbuceaba, bajando involuntariamente la vista ante la mirada fija e insistente de la bruja.
Además, se trataba de una tripulación cosmopolita; era como un resumen viviente de todos los pueblos del mundo; franceses, españoles, alemanes, ingleses, rusos, americanos, holandeses, italianos, egipcios, ¿qué sé yo? hasta un chino que Kernok había enrolado en Manila.
Saber el pasado y el porvenir, nada más que eso, mi digna madre; eso es tan fácil como hacer diez nudos con el viento en popa respondió Kernok jugando con los cordones de su puñal. ¿Tu mano? Ahí va; y me atrevo a decir que no hay otra más fuerte ni más ágil. ¡A ver, pues, lo que lees en ella, vieja hada!
¡Que qué pasa! gritó Kernok con voz de trueno ; ¡que qué pasa, perros! pues que un barco de guerra; una corbeta inglesa que fuerza su aparejo para alcanzarnos... una corbeta que tiene sobre El Gavilán la ventaja de la brisa, porque el viento es más fuerte allá abajo, y sólo nos llegará con ese inglés ¡que mal rayo parta!
Otros marineros se armaban precipitadamente de sables y puñales, y el maestro Zeli hacía disponer los garfios de abordaje. Kernok, después de haber tomado todas sus disposiciones, descendió al sollado y encerró a Melia que dormía en la hamaca.
Pero no... mi puñal... esta capa... Es demasiado cierto... ¡al infierno! ¡maldita vieja! yo sabré... La vieja y el idiota habían desaparecido. Kernok, Kernok, abre ya repitió la dulce voz. ¡Ella exclamó , ella aquí! Y se precipitó hacia la puerta. ¡Ven dijo , ven!
Por esta razón Zeli no tuvo el valor de reprochar a su capitán una ausencia tan prolongada y se acercó a él con un aire de interés respetuoso. Kernok abarcó el brick con una mirada rápida y vio que todo estaba en orden. Contramaestre dijo con una voz imperiosa y dura , ¿a qué hora es la marcha? A las dos y cuarto, capitán. Si la brisa no cesa, aparejaremos a las dos y media.
Era, pues, el San Pablo que ardía; la noche era negra, el aire tranquilo, el mar como un espejo. De pronto, un humo negro y bituminoso salió por las escotillas del navío con numerosos haces de chispas. Y un grito penetrante... espantoso... que resonó a lo lejos, salió del interior del San Pablo, porque su tripulación veía la suerte que le estaba reservada. Ya empieza la música dijo Kernok.
En el mismo instante, por una violenta sacudida que el navío experimentó, Kernok, adivinando que el áncora había cedido al cabrestante, se lanzó hacia el puente, con su bocina en la mano. ¡Alerta! ¡Alerta! he ahí a los piratas de Ochali que parten. El cautivo de Ochali. Cuando Kernok apareció sobre el puente, se hizo un profundo silencio.
Cinco, diez, trece dijo su madre, que iba contando , trece días te quedan aún que vivir, ¡ya lo oyes! ¡y quiera Teus enviarte a nuestra costa, con el cuerpo lívido y frío, rodeado de algas, los ojos sombríos y abiertos, la boca llena de espumarajos y la lengua apresada entre los dientes! ¡Trece días... y tu alma para Teus! ¡Pero ella, ella! dijo Kernok, jadeante, presa de un delirio atroz.
Palabra del Dia
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