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Actualizado: 6 de junio de 2025
Don Diego Hurtado de Mendoza, historiador de la guerra de Granada, hecha por el rei Felipe II contra los moriscos sus rebeldes, i uno de los mas sabios políticos no solo de aquellos tiempos, sino de todos, dice en un memorial dado al emperador Cárlos V : «Claro está que si uno tiene dentro de un señorío ó cerca de él una tierra por la que puede recibir daño aquella provincia, justamente le puede quitar el señor de ella la entrada, i darle la equivalencia en otra parte donde pueda estar sin sospecha.
Mas desde aquella columna, donde se podían dictar leyes al mundo del fausto y del escándalo, sólo se lograba inspirar desprecio y repugnancia invencible a ese otro mundo, no más pequeño, pero sí más desconocido, de la honradez y la virtud, y justamente en aquel mundo callado y oculto era donde se escondía la persona que a toda costa necesitaba él en aquellas circunstancias... ¿Y quién ponía ya diques al viento? ¿Quién sujetaba al tío Frasquito, que babucha en mano recorría ya las calles de París en busca de un pedacito de celebridad, de un solo rayito de la aureola del héroe?...
Justamente, el impulso de la variación intelectual introducida por Mahoma, sacó a los árabes de las supersticiones del tiempo de Abraham, en las que estaban enquistados, y los llevó aún más arriba que los mismos cristianos que, en cierta época, tenían que ir a las universidades de Córdoba, Fez y Bagdad, para aprender lo que todavía se ignoraba en las suyas.
¿Y esa familia que está ahí es la de la novia de D. Diego? Justamente. Creo que van todos para Madrid. Así parece. ¿No sabes cuándo? Según he oído, pasado mañana. Esperan saber lo de la capitulación para llevar la noticia. ¿Conque pasado mañana? Bien... Adiós. ¿Quieres venir en mi partida? Gracias; adiós. Les vi partir, y todo el día y toda la noche estuve pensando en aquella gente.
Me ocurre una gran aventura, en la que me he comprometido un poco a la ligera y sin saber cómo saldré. He aquí la historia, señor cura. Ayer noche comimos en casa de la Marquesa de Oreve con las señoras de Grevillois, la de Jansien y unos cuantos hombres, entre los cuales estaba Gerardo Lautrec. Tratábase, justamente, de una comida de despedida antes de su gran expedición a través del mundo.
El seductor humano más artificioso y vil, está limitado en cuanto al tiempo y oportunidades de corromper al inocente. Satán tiene constantes e invisibles accesos. Ahora, un padre o guardián que permitiera a los niños a su cargo asociarse con malos caracteres sería justamente condenado como falto del sentimiento, del deber y de humanidad.
Pero aquellas palabras le hicieron considerar más tarde, cuando se retiró a su casa, que estaba causando mucho mal a Rosa: se echó justamente la culpa de lo que la pasaba: convino consigo mismo en que su comportamiento dejaba mucho que desear en la ocasión presente: consideró que sería más noble apartarse de ella pronto, antes que sintiese un verdadero y fuerte interés por él; y, por último, falló que a los quince días justos, a contar del de la fecha, se despediría de aquellas altas montañas, verdes praderas y río cristalino, para la villa y corte de Madrid.
Yo he dicho périto porque he querido dar a entender varias cosas con una sola palabra. Justamente, eso es lo que pretende Belarmino; dar a entender varias cosas con una sola palabra.
Comen para satisfacer una necesidad. ¡Justamente! y nosotros debemos hacer lo mismo; ¿o tú crees que no necesitamos nutrirnos para seguir viviendo? No sólo de pan vive el hombre.
Lo único que le preocupaba algunas veces era si convendría a la dignidad de un Quiñones poseer unas extremidades enteramente inertes, y si no sería preferible que viviesen para participar de la gloria del resto del organismo. Pronto desechaba, sin embargo, tales inquietudes pensando justamente que vivas o muertas aquellas extremidades ocupaban un rango superior en la sociedad.
Palabra del Dia
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