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Actualizado: 8 de junio de 2025
Una solidaridad de sexo borraba de pronto las envidias y antipatías que separaban a los grupos femeniles. Señoras de diverso bando se juntaban para recorrer la cubierta con ojo avizor. Las inquietaba una ausencia larga de los maridos.
Se daban cita en los squares de barrio menos frecuentados, cambiando de lugar como los pájaros miedosos, que á la más leve inquietud levantan el vuelo para ir á posarse á gran distancia. Unas veces se juntaban en las Buttes Chaumont, otras preferían los jardines de la orilla izquierda del Sena, el Luxemburgo y hasta el remoto Parque de Montsouris.
¡Qué gran cocina! Parece la de un convento, Morcego. Como corresponde a la grandeza de la casa. Veinte criados caben a la redonda del hogar, y otro tiempo se juntaban. Yo también me senté con ellos, que aún no tenía este mal tan triste. Ahora te sentarás conmigo para que yo pueda sentarme algún día al lado de mi muerta. Bruja, abre el horno y repártenos el pan. ANDREÍ
La cena. No pudiendo Setoc apartarse de este hombre en quien residia la sabiduría, le llevó consigoá la gran feria de Basora, donde se juntaban los principales traficantes del globo habitable. Zadig se alegró mucho viendo en un mismo sitio juntos tantos hombres de tan varios paises, y le pareció que era el universo una vasta familia que se hallaba reunida en Basora.
Y era dulce, con dulzura inexpresable, el ocaso de aquellos dos ancianitos, que ante la proximidad de la Nada juntaban la nieve de sus cabezas. Murió María Ana Camargo el día 29 de Abril de 1770, y su cuerpo, vestido de blanco, reposa en la iglesia de San Roque. Cerró sus ojos el señor Breuil, el único de sus amados que no conoció la miel de sus besos.
Tenía un comedor interior muy lóbrego donde se juntaban empleados de exiguas mesadas, con sus chaquets ribeteados de trencilla parda y los calzones en hilachas, ilustres mártires de la Administración, en la lamentable compañía de sus esposas y de sus criaturas la infancia fea por el tatuaje de la miseria , que palmoteaban gozosas ante los manteles vinosos y corcusidos, exclamando: ¡Qué gusto, hoy vamos a comer de fonda!
Se conversaba apresuradamente. Todos los ojos estaban sobre ella. ¿Quién es? ¿Quién es? Las mujeres no la celebraban, se erguían en sus asientos para verla; movían rápidamente el abanico, cuchicheaban a su sombra con su compañera; se volvían a mirarla otra vez. Los hombres, sentían en sí como una rienda rota; y algunos, como un ala. Hablaban con desusada animación. Se juntaban en corrillos.
Avanzó, y antes de que se cerrase aquélla con un golpe de pie, pudo ver en su fondo luminoso cómo se entrelazaban unos brazos con la furia concentrada de los luchadores que ansían derribarse, cómo se juntaban dos cabezas lo mismo que si pretendieran morderse.
En todas partes se fueron juntando las familias para defenderse, y haciendo ciudades en las rocas, o en medio de los lagos, que es lo que llaman ciudades lacustres, porque están sobre el agua las casas de troncos de árbol, puestas sobre pilares clavados en lo hondo, o sujetos con piedras al pie, para que el peso tuviese a flote las casas: y a veces juntaban con vigas unas casas con otras, y les ponían alrededor una palizada para defenderse de los vecinos que venían a pelear, o de los animales del monte: la cama era de yerba seca, las tazas eran de madera, las mesas y los asientos eran troncos de árboles.
Se quedó en ello. ¡Quién hubiera dicho a doña Anuncia que aquel novio soñado, que ya empezaba a tardar, pasaba todos los días cerca de ellas, en el Espolón, el Paseo de invierno, o en la carretera de Madrid, orlada de altos álamos que se juntaban a lo lejos!
Palabra del Dia
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