Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 31 de mayo de 2025
La Providencia y el Acaso juegan al ajedrez sobre España, que siempre ha sido un tablero con cuarteles de sangre y plata. Entusiasmo de la Sanguijuelera, que cada día simpatiza menos con la demagogia. Dice que los señores son siempre señores y los burros siempre burros. Se promete ir a recibir al nuevo Soberano y aun medita una arenga.
Y sucederá lo que en el navío que no teniendo comunicacion de otro, si tratan ó juegan los que van dentro, se queda el dinero i riqueza dentro de él, entre ellos mismos, i andan de unos en otro.»
Saludáronse ambos personajes con grandes cortesías, y Currita, con el airecillo de princesa de los Ursinos, propio de las mujeres cuando juegan en público a las muñecas con los hombres políticos, comenzó a caminar entre ellos hacia la puerta de la Saleta. Allí la esperaba Villamelón, nervioso, azorado, impaciente, mirando sin cesar hacia la entrada de la escalera...
Pero aquí, si se acuerda uno de los tiempos de paz, siempre fué superior la proporción femenina. Los hombres, menos numerosos, juegan más fuerte, arriesgan con mayor audacia su dinero; pero en torno de las mesas, tres cuartas partes del público están compuestas de mujeres. La mujer, cuando teme al amor ó está desengañada de él, se entrega al juego con una vehemencia pasional.
Sólo mi amigo Joaquín Villalba interrumpió alguna partida para decirme, como oportuna advertencia: No salude usted nunca a los que juegan al bridge, Alberto, porque no lo ven... Ni les hable, porque no lo oyen... Y hasta es bueno que ni los mire, porque si no tienen suerte, pueden pensar que usted les trae desgracia, ¡y no hay peor reputación que la del «jettatore»!
Sin embargo, en estos momentos en que su vida corre algún peligro, ¿no siente usted la necesidad de una fe que le alumbre en las tinieblas en que puede ser envuelto, de alguna esperanza que le consuele en este amargo trance? Ninguna... He llegado felizmente al desenlace de la horrible comedia... Todos los hombres juegan en ella un papel bien poco airoso... El mío ha sido tristísimo...
En la sala principal, que antes fuera salón, los últimos enfermos acaban su convalecencia. Es una amplia sala encristalada, completamente blanca, llena de blancos lechos y flanqueada de mesas. Unas comedidas jóvenes, vestidas de blanco, juegan a los naipes y al dominó con los gloriosos heridos. Es una escena íntima y muy conmovedora, señoreada por una abrumadora impresión de aburrimiento.
De aquí se viene á poner en consulta todas las cosas que de nuevo les han escrito sus correspondientes, y examinándolas, contrapesando las unas con las otras, fácilmente concluyen que se favorezcan las cosas de un príncipe, y las de otro se opriman, segun sus intereses y útil particular; y como aquellos que miran desde afuera jugar, ven mas fácilmente los lances que los mismos que juegan, así estos padres teniendo delante de los ojos los intereses de todos los príncipes, saben muy bien observar las condiciones, el lugar y tiempo, y aplicar medios proporcionados para favorecer las cosas de un príncipe de quien conocen que pueden sacar interés.
Tenemos, pues, un kilómetro cúbico lleno de este fluido tenue, desleído en el aire como perfumes o efluvios. Mi linaje de silfos respira, pues, el fluido tenue de que he hablado. Con las moléculas del aire hacen los silfos mil primores, y hasta juegan cuando son muchachos, disparándolas por medio de enormes cerbatanas.
No se nota en estos pueblos aquel bullicio que ocasionan las gentes en las poblaciones; cada uno en su casa observa un profundo silencio, no se juntan a conversación ni diversión alguna, ni aunque estén juntos se les ofrece qué hablar, porque están faltos de especies; ni tienen juegos para pasar el tiempo desocupado, ni aun los muchachos juegan ni se divierten en las plazas y calles, como es propio de su edad; no se oyen cantares en su idioma, ni en castellano, y así no se les oye cantar en sus faenas ni ocupaciones, como lo acostumbran los trabajadores para aliviar el trabajo; ni tampoco cantan las indias, ni aun saben ellos ni ellas hablar alto.
Palabra del Dia
Otros Mirando