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Actualizado: 31 de mayo de 2025


Fea, como todas las mujeres que juegan y parecen sufrir el peso de la edad aceleradamente, bajo el aplastamiento de la emoción. Cada pérdida era un año más que caía sobre su cabeza, cada ganancia un gesto violento que desbarataba la regularidad de su rostro.

He mandado calentar unas botellas de agua para los pies, y que te las renueven cada hora. ¡Pero qué majadería has hecho, Pedro! ¿Cómo se te ha ocurrido la idea de bañarte por la noche?... La condesa pronunció un nuevo sermón contra los hombres que juegan con su salud.

Poco á poco fueron retrocediendo por el camino que desde la casa del capitán conduce al riachuelo de Villoria. Allí se abre un campo donde los vecinos juegan á los bolos y á la barra. En este campo lucharon todavía un rato, protegidos por las sombras de la noche.

Escucháronse las notas dulces de la guitarra y poco después llegó á sus oídos una soleá entonada á media voz por un hombre. ¿Quién está ahí? preguntó Manolo. Los de siempre. ¿Y quiénes son los de siempre? Pues la reunión; ¿no los conoces? Pepe de Chiclana, María-Manuela, Paca la de la Parra, Antonio, Frasquito y su tío el señor Rafael. ¿Y en el otro cuarto? Marchantes que juegan al rentoy.

El cuarto está a media luz, una luz como la de las estrellas, que viene de la lámpara de velar, con su bombillo de color de ópalo. Pero se ve, hundida en la almohada, la cabecita rubia. Por la ventana entra la brisa, y parece que juegan, las mariposas que no se ven, con el cabello dorado. Le da en el cabello la luz.

Las inseparables se pierden, la una del brazo de la otra, por entre los tilos; Rosa Blanca se queda sola con sus pensamientos; las locas corren, gritan, juegan. ¿Quién se acordará de como yo me acuerdo de ellasEl sentimiento predominante era su adoración por su padre.

Ardientes besos en los labios juegan, de una madre en el seno al despertar, buscan los brazos a ceñir el cuello, y los ojos sonríense al mirar. Dulce es la muerte por la propia patria donde es amigo cuanto alumbra el sol; muerte es la brisa para quien no tiene una patria, una madre y un amor.

Seguí el negro en la adversidad como en la fortuna, en sus horas buenas y en sus horas malas, cuando todos acudían a él lo mismo que cuando se veía abandonado de todos... Dos... canta el empleado. Y, extendiendo sobre la mesa otra hilera de cartas, vuelve a cantar: Dos... Es un aprés. Uno de los que juegan a negro retira su postura.

En un cuarto, al rededor de una mesa velador cuatro juegan al revesino entre risas y bromas con gran impaciencia de uno que hace de estudiar la leccion pero que en realidad espera que le llegue el el turno para jugar á su vez. Otro viene con grandes aspavientos, muy escandalizado y se acerca á la mesa.

Quizás, y sin quizás uno de los más fuertes alicientes de esa afición está en su misma restricción, pues los indios y chinos que juegan al gallo, humanos son, y como humanos experimentan la picazón que exacerba toda privación.

Palabra del Dia

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