Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 9 de mayo de 2025
Hice notar mis observaciones a Teobaldo, que me trató de visionaria y no quiso darme crédito. »No obstante, cierto día entró en mi habitación con aire agitado. »Juanita me dijo: aquí sucede algo extraordinario. Hay una porción de armas en los subterráneos del castillo. »¿Armas de caza? le pregunté.
Y por mi gusto cada día estrenarías tú trajes mejores y más lujosos. Juanita se aturdió un poco con esta no esperada salida del señor don Andrés. Casi receló que él tenía razón y que ella se había conducido irreflexiva y arrebatadamente. Al fin habló así: Yo no voy a sostener ahora que he procedido contra vuecencia con motivo bastante. Lo que digo es que estaba, y aún estoy, fuera de mí.
Notando Juanita que doña Inés se asustaba un poco al verla y al oírla tan bárbaramente bíblica, prosiguió sonriendo: Pero no te apures ni te sobrecojas. No será menester tocar en tales extremos; no llegará la sangre al río. Aunque será severa la lección que yo dé, no pasará a ser tragedia, y quedará en sainete.
»Pero al menos, ahora no. »Hoy mismo, en seguida. »¡Nunca! »Yo sabré contenerte. »¡Te desafío a que lo hagas! »¡Pues bien! Por salvar al menos a uno de vosotros, voy a decírselo todo a Juanita... »Y observé que Teobaldo se acercaba a la puerta. »Carlos dio un grito. »Te obedezco... marcho... dejo la Inglaterra. Déjame siquiera una hora a su lado. »¡Una hora! Sea contestó Teobaldo.
Pero el rudo, el que apenas sabe sino confusamente lo que es ciencia, lo que es virtud y lo que es Dios, consagra sin reflexionar ese afecto, en él casi instintivo, a un ídolo visible, corpóreo, de bulto. Juanita era este ídolo para Antoñuelo. Juanita era también su oráculo.
Póstuma o no póstuma, tuvo una niña preciosa, a quien dieron en la pila bautismal el mismo nombre que a su madre. El vulgo añadió después al nombre el mismo epíteto, por donde esta niña, que será la principal heroína de nuestra historia, vino a ser apellidada Juanita la Larga.
Rafaela, la vieja criada, entraba y salía con frecuencia en la sala baja, donde se hallaba Juanita, y abandonando la cocina dejaba ver que tenía mucha gana de enredar conversación con la joven. Le habló varias veces, pero distraída Juanita por sus pensamientos, sólo respondía con monosílabos, sin dar pábulo a la conversación, y la conversación expiraba.
Entonces no se hablaba en el lugar sino del escándalo que Juanita había dado y de la severa y merecida lección que del padre Anselmo había recibido.
Longino se acercó a ella, la saludó con socarrona finura y le dijo en voz baja, casi al oído: No sea usted tan dura y tan sin entrañas. No deje morir a quien se muere por usted de mal de amores. Déle la cita que humildemente le pide. Juanita dio un paso atrás, como quien se aparta de objeto que le inspira asco, y lanzó a Longino una mirada de soberano desprecio. Longino no la comprendió.
De aquí que no tuviese la menor inclinación ni vocación a la vida monástica. Pero como a doña Inés se le había puesto en la cabeza que ella fuese monja, y cuando formaba un plan era punto menos que imposible hacerla desistir, la pobre Juanita se veía muy apurada.
Palabra del Dia
Otros Mirando