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Actualizado: 9 de mayo de 2025


Juanita zapateaba, donosa o duramente, a cuantos mozos la pretendían, y lo que es Antoñuelo iba ya con menos frecuencia a casa de Juanita. Según en el lugar se sonaba, andaba él muy extraviado, frecuentando las tabernas en harto malas compañías y pasando muchas noches en francachelas y jaranas.

Fuerza es confesar, aunque no redunde en alabanza de Juanita, que esta no desengañaba ni zapeaba a don Andrés por completo y que se deleitaba en retenerle y en provocarle con sus retrecherías.

Aquella visita fue pesada y melancólica, y además muy molesta para Nieves, que estuvo incesantemente entre las miradas de los dos hermanos: las de Juanita, inquisidoras y mordicantes, y las de Manrique, voraces y hasta desvergonzadas. Se cruzaron pocas palabras entre los tres; y de esas pocas, las de Nieves fueron monosílabos; las de Juanita, impertinencias, y las de Manrique, sandeces. Don Gonzalo, que leía La

Sus contundentes razones abrumaban a su padre como una lluvia de acicalados chuzos, cuyas puntas se le clavaban en el corazón. Mirando todo por el lado poético, se explicaba satisfactoriamente: Juanita era el recato, la virtud, el talento y la modestia en persona.

Consideraba luego don Paco, y esto le lisonjeaba y le ponía muy orondo, que Juanita, ya que no le amase, se deleitaba con su conversación, le reía los chistes, le aplaudía las discreciones, y oyéndole hablar, se mostraba muy atenta y como pendiente de sus labios.

Algunos de estos veían a Juanita en la antesala, y como allí estaba sin cubrirse la cabeza y sin ocultar y dar sombra a la cara, con el mantón muy echado hacia adelante, según el recato y el beaterio lo exigen, Juanita, sin poderlo evitar, no les parecía saco de paja, y a menudo la miraban por estilo pecaminoso.

Una señorona de tantos dengues y de tantos pelendengues no ha de tener la sinvergüencería de enseñar el cuerpo del delito al Jurado ni a los oidores. Al oír los sabios consejos de su mamá, Juanita mitigó su cólera, y a pesar del dolor que tenía no pudo menos de reírse, figurándose a doña Inés, con toda su majestad y entono, azotada e inulta.

Desechados así los celos, la mente y el corazón de doña Inés dieron entrada franca al afecto y a la admiración de la bondad, del talento y de la hermosura de que Juanita estaba dotada. No había primor en Juanita que doña Inés no advirtiese, celebrase y ponderase.

Algunas generaciones más y esta mujer habrá tal vez desaparecido. Las Renée Mauperin y las "intelectuales" y las partidarias de Debussy, irán poco a poco absorbiéndola, matándola. , Juanita Sánchez, otra amiga de Charito, la habrás oído discutir sobre Debussy.

Las estrellas, si resplandecían en el éter infinito, vertían muy débil luz sobre la tierra. Acrecentaban la oscuridad, en el punto en que ambos se encontraron, algunos frondosos árboles que allí había y el alto vallado de zarzamoras y de otros arbustos que se extendía a un lado y a otro por casi todo el camino. Juanita era muy distraída e iba además pensando en sus travesuras de muchacha.

Palabra del Dia

bagani

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