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Actualizado: 17 de junio de 2025


Su carrera era tan rápida, que inútilmente trataba el señorito de alcanzarla con la bota; de repente Nucha se adelantó, y con voz entre grave y medrosa repitió ingenuamente lo que había dicho mil veces en su niñez: ¡San Jorge... para la araña! El feo insecto se detuvo a la entrada de la zona de sombra: la bota cayó sobre él.

Estaba en nuestra nave un pariente de D. Pedro, llamado D. Jorge de Mendoza, que se habia enamorado de la hija de un vecino de la Palma: pues habiendo el último dia levado anclas, salió á tierra D. Jorge con doce compañeros, acerca de las doce de la noche, y la robaron, trayéndola á la nave con una criada, sus vestidos, joyas y dinero; y ocultamente la metieron en nuestro navio, sin que el capitan Enrique Peyne supiese nada.

Pero ¡por San Jorge! que no he de creerlo de tan valientes soldados, sobre todo cuando sepáis que vuestro príncipe prepara una gran empresa y necesita de vosotros. Me habéis elegido por jefe y lo seré para guiaros á España; os juro que el estandarte de las cinco rosas ondeará siempre allí donde haya más lauros que conquistar.

Allí iba la tonta, la literata, Jorge Sandio, la mística, la fatua, la loca, la loca sin vergüenza». Ni un solo pensamiento de piedad vino en su ayuda en todo el camino. El pensamiento no le daba más que vinagre en aquel calvario de su recato.

Las amiguitas, que habían sabido algo, y nunca tenían qué censurar en Ana, aprovecharon este flaco para ponerla en berlina delante de los hombres, y a veces lo consiguieron. No se sabía quién pero se creía que Obdulia había inventado un apodo para Ana. La llamaban sus amigas y los jóvenes desairados Jorge Sandio.

Observaciones extraidas de los viages que al Estrecho de Magallanes han egecutado en diferentes años los Almirantes y Capitanes, Olivares de Noort, Simon de Cordes, Jorge Spilberg, Francisco Drake, Juan Childey, Tomas Candish, Juan Narborough; y noticias adquiridas en las expediciones egecutadas desde esta isla por los Franceses, con la fragata Aguila.

Quedóse pensativo el famoso guerrero y por fin se echó á reir. ¡Juro por San Jorge no tomar cartas en el asunto! exclamó. Mi muy amada hija es árbitra de su elección, pues la juzgo muy capaz de mirar por misma y elegir con acierto.

Ó conmigo, paloma. ¡Por San Jorge! la vida es corta y lo mejor es hacerla alegre. ¡No vuelvan á ver mis ojos el puente de Chester si no le digo dos palabritas á esta buena moza! ¿Qué lleva el lagarto ese bajo el brazo? preguntó un tercero. Á ver, manojo de huesos. Venga el envoltorio.

Todo lo contrario fué el gran novelista Gustavo Flaubert, que después de horrenda lucha con su estilo torturado, en una sesión de diez horas sólo podía producir una cuartilla impecable, eso , y maravillosa. Alejandro Dumas, padre, se contentaba con un vaso de limonada. Balzac hacía un enorme consumo de café, y Aurora Dupin, la Jorge Sand, fumaba como un marino.

De suerte que, cuando el labrador le volvió a preguntar que cómo estaba y qué sentía, le respondió las mesmas palabras y razones que el cautivo Abencerraje respondía a Rodrigo de Narváez, del mesmo modo que él había leído la historia en La Diana, de Jorge de Montemayor, donde se escribe; aprovechándose della tan a propósito, que el labrador se iba dando al diablo de oír tanta máquina de necedades; por donde conoció que su vecino estaba loco, y dábale priesa a llegar al pueblo, por escusar el enfado que don Quijote le causaba con su larga arenga.

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